Sílvia Pérez Cruz
Una voz maravillosa no es nunca sólo una voz: es un alma. Sílvia Pérez Cruz es un alma –o un “duende”– que canta. Un espíritu que se revela en los repliegues del mundo por medio del sonido. Un ángel. Quizás en el principio no fue la palabra, o el logos, quizás el comienzo del mundo no fue la lógica, o la razón. Quizás en el comienzo de todo hubo el sonido, el roce armónico mediante el cual se manifiesta lo inmanifestado. Sílvia Pérez Cruz transmite emociones como pocos artistas lo consiguen. Toda ella, no sólo la voz, es un canal: un receptor-transmisor de unas energías difusas que sólo unos cuantos privilegiados captan y transforman. Para que el común de los mortales tengamos una cata de aquella experiencia singular en la que dicen que se llega a ver la música y a escuchar la luz.
Hay que ver y escuchar la interpretación que hace esta chica de Palafrugell de He mirat aquesta terra, el poema de Espriu musicado por Raimon, para sospechar que no hablamos de una percepción de la realidad a ras de suelo sino que quizás viene de más allá: de las alturas que miran la pequeñez de nuestro mundo, o desde el otro lado del espacio-tiempo.
Y es la inocencia de los orígenes en su El cant dels ocells. Y es la melancolía, o la saudade, o el quejío, en sus versiones de Compañero de Miguel Hernández/Enrique Morente o de Pequeño vals vienés de Lorca/Leonard Cohen. O en sus versiones de Mercè de Maria del Mar Bonet y Abril 74 de Lluís Llach. O en las impresionantes Corrandes d’exili de Pere Quart, con todos sus matices de rabia y melancolía, ironía y añoranza...
Cantando, Sílvia Pérez Cruz se transfor- ma, se vacía para llenar de sensaciones sus versiones de Violeta Parra, el romántico Schumann, Édith Piaf o Albert Pla. No es la suya una voz profunda, pero es una voz con profundidad. El gesto que quizás mejor la explicaría cuando canta son las manos con las palmas en disponibilidad de recibir, esperando la gracia, como aquellos santones de yeso de la vieja cultura provenzal. Ahora Sílvia Pérez Cruz, formando un dúo de gran sensibilidad con el guitarrista Raül Fernandez Miró, presenta un disco excepcional (que habría mejorado si el papel de presentación hubiera facilitado al oyente las letras de las canciones). Oír cómo canta Sílvia Pérez Cruz, esta voz única, es una experiencia conmovedora. ¿Cuánto tiempo durará la magia, cuánto tiempo puede brillar sin agotarse la luz de esta pequeña gran estrella?