Despidos por correo
En la coyuntura actual son frecuentes los despidos de profesionales y directivos de nivel medio, justificados o no. Nos preocupa cómo se llevan a cabo muchos de ellos, síntoma de actitudes poco competentes para encarar el futuro con profesionalidad. Se llevan a cabo sin aviso previo, casi anónimamente, y con mucha celeridad. Sin previo aviso, pues a menudo quien va a ser despedido no ha podido sopesar anticipadamente con su inmediato superior cómo y por qué su desempeño, progresión, etcétera, podían desembocar en su destitución. Quizá ha presentido algo, pero más por ver afeitar barbas de colegas que como resultado de un seguimiento apropiado.
Anónimamente. Muchos responsables de quienes acaban en la calle escurren el bulto con excusas absurdas y son incapaces de mirarles a los ojos y decírselo personalmente. Hemos visto comunicaciones por correo electrónico y por vía ordinaria, a través de un supuesto director de personal que debería haber sabido adelantarse en vez de limitarse a ser la voz de su amo.
Y con prisas. En cuestión de horas te quedas sin correo, sin móvil y sintiéndote expulsado de la empresa como sólo muy pocos merecen, recogiendo precipitadamente tus cosas y yéndote a casa… con una compensación económica que, para zanjar el asunto (¿y para acallar la conciencia?), es a veces generosa. Y preguntándote de dónde sale ahora tanta desconfianza.
Aparte de lo que todo ello significa para quien es despedido, hace dudar del respon- sable del proceso en última instancia, normalmente un directivo, que se queda en la empresa para pilotar su futuro. Ahí está nuestra preocupación. Directivos así no se merecen el nombre y son incapaces de pilotar ningún futuro. No han estado al tanto del progreso y aportación de sus colaboradores, no se atreven ni a tener la última conversación de la empresa personalmente con ellos, escurren el bulto y se esconden con excusas ridículas, no han sabido cultivar su confianza y tapan lo que pueden con dinero. Con directivos así saldremos mal de la crisis. No mejoraremos la tan manida competitividad más allá que con parches cortoplacistas de efectividad efímera. Y quedaremos con un tejido directivo muy mal preparado para el futuro. Quizá hubiera sido mejor empezar por despedirlos a ellos. Motivos hay…