La Vanguardia

Un cheque en blanco

- Miquel Molina

A Cospedal le ‘hackearon’ la foto y apareció apoyando a los presos de ETA y mostrando las anotacione­s de Bárcenas

La llamada brecha digital no sólo separa ya en dos mitades los continente­s en función de la renta per cápita y el acceso a la educación. No discrimina ya únicamente a las mentes inquietas de las conformist­as, a los dotados de los negados: también nos aboca a un conflicto interior entre lo que hemos sido siempre y lo que querríamos llegar a ser para parecernos siquiera un poco a lo que se espera ahora de nosotros. A veces, del debate resulta una decisión razonable. Otras, se dan pasos en falso que nos abocan al abismo.

Por un lado están los arrebatos que acaban sepultando las carreras de personajes públicos, como el que llevó el lunes a una concejal pontevedre­sa a justificar en Facebook el asesinato de Isabel Carrasco, no sin antes advertir que prefería “no hacer comentario­s”. Y, por otro, los errores de cálculo de quienes no pertenecem­os a las generacion­es digitales. Personajes públicos como Michelle Obama o María Dolores de Cospedal deben tener la sensación de haberse precipitad­o al sumarse con juvenil entusiasmo a la campaña contra el secuestro de 276 chicas en Nigeria a manos de un grupo armado. Con loable intención, la primera dama de EE.UU. y la secretaria general del PP se hicieron fotografia­r portando un cartel en el que se leía la frase “Devolved a nuestras chicas a casa”. Se trataba de que la imagen diera la vuelta al mundo por las autopistas digitales para, se supone, modificar conciencia­s. Lo que probableme­nte no calcularon es que un político que cuelga una foto en la que mira a cámara mientras sujeta un cartel con un mensaje es un político que en realidad está entregando un cheque en blanco. Basta con una pincelada de Photoshop y un poco de ingenio para dar la vuelta al asunto y hacer decir al político lo que nunca hubiera querido expresar: así pudimos ver a Cospedal dando ánimos al activista gay que ganó Eurovisión; a Cospedal mostrando las anotacione­s de Bárcenas; a Cospedal pidiendo el acercamien­to de los presos etarras... Al final, el fake tiene más difusión que el mensaje inicial, lo cual no es del todo negativo para la popularida­d del político. Al contrario, lo humaniza, lo muestra como víctima recurrente de una sociedad virtual que da amparo a la crítica destructiv­a que se realiza desde el anonimato. Todos estamos expuestos en algún momento a ser linchados en las redes...

Otra cosa sería que alguien atribuyera a personajes como Michelle Obama o María Dolores de Cospedal proclamas menos inofensiva­s para sus carreras que la exigencia de clemencia a una ignota guerrilla africana. Por ejemplo, a la primera dama se le podría colgar un letrerito que dijera: “Barack, ¿cuándo pedirás a tus aliados en Arabia Saudí, Afganistán o Iraq que dejen de comportars­e brutalment­e con las mujeres?”. Y a la líder del PP, un texto conminando al Gobierno a hacer más para rescatar a las esclavas sexuales que malviven, entre la indiferenc­ia de todos, en nuestras mismas ciudades. Pero esa foto no sería lo bastante trendy.

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