Oasis internacionales de creación literaria
La conversión de Vil·la Joana en una residencia para escritores podría ser una buena forma de que Barcelona conectara (o reconectara) con una tendencia en alza.
Recientemente se han cumplido cincuenta años del programa Berlín Artistas en Residencia, que, impulsado por la Academia Alemana de Intercambio, ha acogido a lo largo de los años a más de mil escritores y artistas que han contribuido a la vitalidad cultural berlinesa participando en diálogos, foros y todo tipo de activi- dades. Constituye uno de sus grandes elementos de proyección cosmopolita y con estas becas se aspira a fomentar la creatividad y los valores culturales “más allá de los criterios del mercado”. También Amsterdam cuenta desde el 2006 con una residencia para autores extranjeros, patrocinada por la Fundación Holandesa para la Literatura, con la idea de que puedan trabajar en un entorno agradable y a la vez se empapen de la atmósfera del país de Vermeer.
La Hugo House en Seattle o la fundación Santa Maddalena de Florencia son otros puntos atractivos del mapa donde novelistas, ensayistas y poetas pueden producir a gusto en una atmósfera relajada durante unas semanas o unos meses si su proyecto es admitido.
Entre nosotros ha habido algunas experiencias en esta línea. A finales de los años ochenta la Institució de les Lletres Catalanes lanzó el programa Escriptor convidat para autores “preferentemente jóvenes, de renombre internacional, en plena producción y que estuvieran traducidos al catalán”. Se les ofrecía un piso en Barcelona y una asignación mensual para gastos. En una primera fase vinieron el norteamericano David Leavitt y la italiana Francesca Duranti. La iniciativa levantó cierto revuelo, ya que algunos comentaristas no vieron claro que el dine- ro de la Generalitat se invirtiera en tales patrocinios. Luego pasó unas semanas Octavio Paz –que aunque ya no era precisamente joven sí tenía renombre–, y, en años siguientes, recalaron Tom Spanbauer, Sia Fiegel y Siri Hustvedt, entre otros.
En una órbita de intenciones muy diferente, Barcelona y Sabadell, en el decenio pasado, formaron parte de la red de Ciudades Refugio impulsadas por el Parlamento Internacional de Escritores, para albergar a creadores perseguidos en sus respectivos países. El cubano Rolando Sánchez y el albanés Baskim Shehu fueron algunos beneficiarios de este programa.