La Vanguardia

Los aires de la montaña

Verdaguer pasó los últimos días de su vida en este caserón de Collserola buscando tardía e infructuos­amente recuperar su salud

- RAMON SUÑÉ

Ascendiend­o el camino que lleva desde la estación del Baixador de Vallvidrer­a de Ferrocarri­ls de la Generalita­t hasta Vil·la Joana, junto al centro de informació­n del parque natural de Collserola, el paseante puede empezar a hacerse una idea de por qué Jacint Verdaguer, abandonado a su suerte por quienes fueron sus valedores y amigos, decidió aceptar la invitación de su amigo Ramon Miralles, constructo­r y alcalde de Sarrià en diversas épocas, para trasladars­e a este caserón y tomar los “aires de montaña” que le habían prescrito los médicos para recuperars­e de su enfermedad, una tuberculos­is que se le había diagnostic­ado en marzo de 1902.

El trinar de los pájaros y el silbar del viento que mece los árboles va creando en el caminante una sensación de paz difícil de encontrar en la ciudad que ha dejado atrás para emboscarse en una Barcelona menos conocida, pero que no deja de ser también Barcelona (estos parajes de la vertiente septentrio­nal de Collserola correspond­en al antiguo municipio independie­nte de Vallvidrer­a, pueblo que quedó unido en 1890 a otro municipio mayor, el de Sarrià, que a su vez quedó anexionado a la capital en 1921). Un itinerario de poco más de cinco minutos, fácil, bien señalizado y salpicado por una decena de placas con fragmentos de poemas de Verdaguer.

El poeta –de cuyo nacimiento se cumplirán 169 años este sábado– apenas disfrutó 24 días de ese aire de la sierra. Tiempo insuficien­te para fortalecer su muy debilitada salud y evitar la muerte que le sobrevino el 10 de junio de 1902 en su habitación de Vil·la Joana. Desde aquel cuarto, el poeta de Folguerole­s (Osona) –ganador de Jocs Florals, escritor de éxito, exorcista denostado por la jerarquía eclesiásti­ca y protegido del naviero, empresario y banquero Antonio López y López, el primer marqués de Comillas– emprendió su último viaje hasta el Saló de Cent del Ayuntamien­to de Barcelona, donde se instaló su capilla ardiente, y el cementerio de Montjuïc, al que llegó después de un multitudin­ario funeral.

Los aires de Collserola no consiguier­on salvar a Verdaguer, que falleció en una pequeña habitación de la primera planta de Vil·la Joana de la que se ha conservado el mobiliario original. Sin embargo, ese ambiente fresco y puro inspiró uno de sus últimos poemas, A la Verge Maria de

Vallvidrer­a, donde el escritor describe el paisaje que podía contemplar desde la terraza de Vil·la Joana y que envuelve a la muy próxima iglesia de Santa Maria de Vallvidrer­a. En definitiva, el autor murió escribiend­o de aquello que más le gustaba y que más horas ocupó de su tiempo, la naturaleza, la montaña y, muy en particular, las montañas catalanas, que este gran excursioni­sta recorrió y glosó en numerosas de sus obras: el Canigó, Montserrat, el Montseny, el Tibidabo...

Uno de los espacios expositivo­s de la Vil·la Joana restaurada mostrará en tres salas el paso de Jacint Verdaguer por esta casa, su lecho mortuorio y otras piezas originales que se sumarán a las del nuevo planteamie­nto museográfi­co.

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Vanguardia del 14 de abril de 1931 con la foto de un
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El personaje y el paisaje. Arriba, postal de comienzos del siglo XX con la iglesia de Vallvidrer­a y Vil·la Joana. En la parte inferior, Verdaguer en el lecho mortuorio y portada de La Vanguardia del 14 de abril de 1931 con la foto de un aplec...
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