El negocio de los héroes muertos
Aniversarios y conmemoraciones históricas dan pie a productos literarios de diverso interés. Algunos autores intentan sacar partido de estas efemérides con más oportunismo que talento. De manera que uno se enfrenta a las abundantes novelas sobre, pongamos por caso, la Primera Gue- rra Mundial –de cuyo inicio se cumple este año un siglo–, con prevención. Lo cual, en el caso de Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, constituye un error porque esta es una novela trepidante. Lo suficiente como para que, en la primera sentada, el lector asista a la muerte del protagonista sepultado en el cráter abierto por un obús (página 32) y, al poco, a su resurrección (página 43) cuando un colega malherido lo desentierra y salta sobre su caja torácica rompiéndole varias costillas y, de paso, reanimando su corazón. En ese punto, el lector todavía no ha leído una décima parte del texto, pero ya está motivado. Lemaitre no le defraudará: posee nervio narrativo y el ritmo no decae a lo largo de todo este libro hecho de amistad y locura, de inocencia y patriotismo delictivo, de generosidad y morfina, de clasismo, amor, miseria moral y redención.
En suma, Nos vemos allá arriba nos cuenta con aire de folletín la historia de una amistad que sobrevive a la guerra. Pero, sobre todo, nos presenta la guerra como un negocio fundado sobre héroes muertos, mientras dura y también a su término; como una lid en la que “unos vuelan y otros sucumben”; como la gran tragedia que es toda guerra y, en particular, esta que iba a durar unas semanas, se alargó 53 meses y originó además los peores conflictos del siglo XX.