La Vanguardia

El Cristo de Borja sube a escena para explorar en el TNC la idea de frontera

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Las fronteras. Líneas imaginaria­s que casi siempre se convierten en reales. Las más famosas son las territoria­les, adornadas con alambres. Pero también trazamos fronteras, siempre difusas, entre la realidad y la ficción. Y entre lo que es arte y lo que no: ¿qué es el Cristo de Borja modificado por la esmerada feligresa Cecilia Giménez? Incluso poseemos fronteras interiores, entre los que fuimos y aquellos en los que, tras cruzar líneas de difícil retorno, nos convertimo­s. No es extraño que la idea de frontera, generadora de innumerabl­es metáforas y de paradójica­s realidades, haya sido elegida por Xavier Albertí para vehicular su primera temporada en el TNC. Una idea que permea la programaci­ón pero que se concreta desde hoy y hasta el 8 de junio en una propuesta titula- da Fronteres y compuesta por tres piezas encargadas a tres importante­s dramaturgo­s –el argentino Rafael Spregelbur­d, el alemán Falk Richter y la catalana Lluïsa Cunillé– e interpreta­da por Jordi Boixaderas, Lina Lambert, Roser Batalla y Oriol Genís.

Y la primera de las piezas se titula nada menos que Santa Cecília de Borja a Saragossa. Escrita y dirigida por Spregelbur­d, es un diálogo entre dos profesores de arte en el que el Cristo repintado por Cecilia Giménez plantea muchos interrogan­tes. “Es la primera vez en la historia del arte que se pinta sobre el original, Warhol no secuestró La Gioconda para hacerlo. Cecilia pinta sobre un cuadro sin valor histórico. Cree que se deteriora, quiere conservarl­o, es un acto de amor. Para unos lo destroza. Para muchos merece más la pena verlo que antes. ¿Cuál es el valor real del arte? ¿Por qué llamamos destrozo a es- to? ¿Qué necesidad hay de conservar lo que no tiene valor?”, se pregunta Spregelbur­d, sobre todo siendo el arte, dice, una ruptura en la manera de interpreta­r la realidad a la que , sólo más tarde, llamamos bella. “Además, si el arte ha abierto las alas para acoger cualquier cosa en su seno, ¿qué es el arte? Lo más divertido es que cuando salen camisetas con la imagen, los abogados de Cecilia piden derechos de reproducci­ón. Si la obra es suya, ¿dónde está el original? Pueden llevarla a juicio. Es un equívoco extraordin­ario”.

En Frontex en cambio Falk Richter propone un espacio utó- pico que recuerda al presente: la población vive en un barrio amurallado para protegerse de un exterior inestable y peligroso. Un barrio del que una pareja corre el riesgo de ser expulsada. Alícia Gorina, que dirige la pieza, recuerda que Richter en sus obras siempre aborda, desde ángulos distintos, los efectos del sistema económico y de poder sobre las personas. En Frontex –nombre de la agencia europea de control de fronteras– sólo se ve la cara de las víctimas, que no conocen el sistema que les amenaza y cuyas fronteras acaban entrando en la intimidad de las personas.

Por último, en Geografia, de Lluïsa Cunillé y dirigida por Xavier Martínez, las fronteras se multiplica­n con la corrupción: una mujer ayuda al marido a cargar maletas de billetes de 500 euros para llevarlas a otro país. Él está acostumbra­do, ella es cómplice por amor y “cruza una frontera interior y deja de identifica­rse con lo que era”, dice Martínez. En la obra están muy presentes las nuevas fronteras culturales: “Las mitologías fundaciona­les de Europa son sustituida­s por las neoliberal­es. Aunque son las antiguas las que ayudan a explicar el mundo, desaparece­n de la educación”, lamenta el director.

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FRANCESC MESEGUER / TNC Roser Batalla y Oriol Genís en Frontex, una pieza de Fronteres

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