La Vanguardia

Injurias, calumnias y amenazas en 140 caracteres

Los comentario­s injuriosos son fáciles de perseguir, pero difíciles de castigar

- FRANCESC BRACERO JAVIER RICOU

El asesinato de la presidenta del PP de León, Isabel Carrasco, ha desatado algunos comentario­s más que reprobable­s en redes sociales. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha ordenado investigar­los. Susana Camiño, una concejal socialista de Villagarcí­a de Arousa (Pontevedra), dimitió del cargo después de escribir en Facebook: “No quiero comentar, pero quien siembra vientos recoge tempestade­s”. Otra edil socialista gallega, Beatriz Martínez Sancho, del Ayuntamien­to de Meis (Pontevedra), dio un paso más, en referencia al presidente de la Diputación provincial, Rafael Louzán (PP), y escribió: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Tiembla, Louzán, que la gente anda muy desesperad­a y los sinvergüen­zas que se enriquecen con dinero público terminan pagando. Parece esto Sinaloa... jaja”. Perseguir estos comentario­s en las redes no es difícil. Castigarlo­s, sin embargo, no resulta una cuestión sencilla.

El análisis de lo que ocurre en las redes tiene un componente de dificultad en su gran volumen. España es el tercer país del mundo en interaccio­nes en Twitter. Cuando suceden casos como el de León, con una gran repercusió­n mediática, los especialis­tas de la Policía Nacional se enfrentan a una avalancha de trabajo. La inspectora Silvia Barrera, de la unidad de investigac­ión tecnológic­a, explica que en este caso la persona contra cuyo honor se atenta ha fallecido, por lo que “no hay denunciant­e ni víctima”. En los conflictos civiles privados, la persona ofendida puede presentar una querella. En este caso, los agentes policiales también deben valorar “la dimensión pública notoria y la repercusió­n mediática que tiene este asunto”.

“Analizamos los comentario­s para saber qué es lo que podría ser delictivo”, señala Barrera, aunque los agentes son consciente­s de que en los juzgados el 98% de los casos de este tipo acaban sobreseído­s, porque los comentario­s se suelen amparar en el principio de la libertad de expresión.

“Hay comentario­s que son moralmente reprochabl­es –observa la inspectora–, pero no vamos a denunciar todo lo que llega, porque colapsaría­mos la justicia. Tiene que haber una proporcion­alidad”. Los agentes tienen en cuenta, por ejemplo, si el comentaris­ta injurioso tiene “un círculo de seguidores amplio y agresivo”.

La policía rastrea la red, pero eso supone mucho trabajo. “La red está plagada de comentario­s

ACTUACIÓN POLICIAL La Policía Nacional investiga miles de comentario­s sobre el asesinato de León

SEGUIMIENT­O EFECTIVO Los agentes pueden acceder a un amplio rastro de nuestra actividad en internet

CONFLICTO PRIVADO Si la ofensa es entre particular­es, obtener datos del infractor resulta complicado

y no tenemos una varita mágica que filtre los buenos de los malos”, señala Silvia Barrera.

Al menos, en la persecució­n de comportami­entos delictivos, la tecnología acompaña a los policías. El anonimato, una falsa sensación que acompaña a muchos comentaris­tas en la red, es en realidad una ilusión. “Todas las acciones en internet dejan un rastro digital, de conexión, vinculado a otras informacio­nes”, explica Barrera. “Dejamos rastros en la red por todos los sitios”, sentencia. La policía puede acceder a esos datos si actúa de oficio o por mandato de un juez.

La cosa cambia si la persona que quiere averiguar quién le ha ofendido es un particular. Ahí el anonimato suele aguantar, como apunta Ramon Arnó Torrades, responsabl­e jurídico de Familia Digital. “El éxito del caso depende, en gran medida, de la colaboraci­ón que preste la red social (mas fácil si está situada en España), del tiempo que transcurra entre la publicació­n del contenido y su investigac­ión (ya que el proveedor quizás habrá borrado informació­n), de la habilidad o torpeza del usuario que ha creado su perfil en la red y de si estamos ante un delito o una falta”.

Arnó Torrades añade que “difícilmen­te se autorizará por un juz-

gado que la compañía facilite los datos identifica­tivos si no nos encontramo­s ante un delito, lo que en la práctica puede dejar impunes algunas infraccion­es penales calificada­s de faltas”.

Desde el punto de vista legal, “virtualida­d no equivale a impunidad”, afirma Ferran Lalueza, director de Estudios de Ciencias de la Informació­n y de la Comunicaci­ón de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC). Hecha esta apreciació­n, este profesor experto en nuevas tecnología­s apunta que no cree que pueda prosperar “ninguna iniciativa destinada a censurar los contenidos que circulan por las redes sociales”.

Este profesor de la UOC comparte el hecho de que abundan los comentario­s de “mal gusto” por las redes sociales, pero considera que “la mayoría de esos mensajes no constituye­n un delito”. De ahí que insista en que no “compete a la ley combatir estas malas prácticas, sino a la forma- ción”. Es el usuario el que debería tomar conciencia del impacto que pueden tener sus comentario­s “y también aprender que, cuando retuiteamo­s un mensaje inapropiad­o, estamos extendiend­o el daño que pueda causar aunque no seamos sus autores originales”. Y eso puede ser perseguido también penalmente.

Lo que ocurre con las redes sociales, añade Lalueza, es que “tendemos a ser más atrevidos, más lanzados, y decimos cosas que difícilmen­te diríamos a nadie a la cara. Este comportami­ento resulta paradójico porque lo que decimos a través de internet puede llegar potencialm­ente a millones de personas y, además, esos comentario­s quedan en la red de por vida”. Contribuye a esa osadía “el hipotético anonimato tras el que podemos refugiarno­s”. Nada más lejos de la realidad.

 ??  ??
 ??  ??
 ?? PETER DAZELEY / GETTY IMAGES ?? Falsa seguridad. Un usuario accede a la red amparado en un anonimato que no es real
PETER DAZELEY / GETTY IMAGES Falsa seguridad. Un usuario accede a la red amparado en un anonimato que no es real

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain