La Vanguardia

Fiestas taurinas

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En Tauste, el pueblo aragonés de unos 7.500 habitantes donde nació y se crió mi madre, un toro consiguió escapar de un festejo taurino el pasado domingo. El toro embistió a una mujer discapacit­ada que estaba en la calle delante de su casa. La mujer falleció unos días después y, de acuerdo con la versión de mi tía, que vive en el pueblo, es lo mejor que le podía haber pasado, pues el toro le había roto varias vértebras y la mujer iba a vivir inmoviliza­da el resto de su vida. El toro fue abatido a tiros en plena calle.

Tras este episodio, no cabe un solo argumento que pueda inteligent­emente defender la legalidad de las fiestas taurinas en España. En pleno siglo XXI, el hecho de tener fiestas populares en las que un suceso como el ocurrido pueda llegar a tener lugar, muestra España ante el mundo como un país incompeten­te e inciviliza­do. España es un país incapaz de erradicar de su territorio festejos bárbaros dignos de otro tiempo; un país mezquino, defensor de tradicione­s indefendib­les; un país que deja que un ayuntamien­to público autorice una fiesta en la que uno de sus vecinos puede morir en plena vía pública embestido por un animal de 400 kilos. DAN BERGES Nueva York

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