Eurovisión como síntoma
Lo planteaba el otro día el gran Antonio Rico en el Faro de Vigo, y no puedo sino suscribir sus argumentos palabra por palabra: “Los años que hay elecciones europeas no debería haber festival de Eurovisión”. Más que nada, ironizaba, porque la coincidencia del inicio de la campaña con la celebración de tan lentejuelero certamen puede llegar a causar cierta confusión entre la ciudadanía, provocando que, por ejemplo, un hipotético simpatizante de Vox se haga un lío y termine votando por la canción armenia. O viceversa.
Euroescepticismos aparte, lo cierto es que la resaca eurovisiva todavía colea, y no son pocos los politólogos con alma de tertuliano que echan mano de ella para intentar diagnosticar en la medida de lo posible el verdadero alcance que podrían llegar a tener los próximos comicios. Muchas son las preguntas, las dudas y las incertidumbres que hoy en día sigue suscitando todo lo visto y oído el pasado sábado en Copenhague.
Por ejemplo: viendo lo bien que le ha ido a Conchita Wurst con la suya, ¿jugarán con cierta ventaja los candidatos que luzcan barba natural al estilo de Arias Cañete o Pablo Iglesias? ¿Se la dejará Elena Valenciano? ¿Volverá ella a confesarse “inspirada” por Jesucristo (Superstar), el Che y Felipe González, o aprovechando que la coyuntura empieza en los Pirineos se nos hará más de Massiel y Mocedades? ¿Se tomará alguien en Europa realmente en serio las cantinelas de nuestros más altos representantes, o continuaremos hasta nueva orden sufriendo en silencio los rigores de la sordera selectiva y resignándonos a seguir bailando con la más fea? ¿Votaremos más los catalanes que el resto de España? ¿Seguirán interesados los británicos en participar en semejante tipo de porras? ¿Serán igual de irreconciliables las presidenciales diferencias de estilo entre Juncker y Schulz que las que actualmente existen entre el electropop francés y las baladas balcánicas? ¿Experimentarán también aquí un apreciable retroceso las propuestas más petardas, alocadas y gayfriendly? ¿Será José María Íñigo el encargado de notificar oficialmente desde el ministerio de turno el recuento final? ¿Tendremos unas elecciones europeas júnior? Y puestos ya a preguntar, ¿a quién le tocará en suerte asumir el papel de Chikilicuatre? ¿A Alejo Vidal-Quadras o a Elpidio José Silva? Como diría Jimmy Jump, cuando las barbas de tus países vecinos veas recortar…