Los penaltis tienen un color especial
Como en 2007, la suerte en la tanda decisiva se vuelve a aliar con el Sevilla
El Sevilla entró ayer en la historia de las competiciones europeas al conseguir en los lanzamientos desde el punto de penalti su tercera Copa de la UEFA (ahora Liga Europa) en lo que va de siglo y, al mismo tiempo, prolongó la maldición más vieja de Europa, la que persigue al Benfica desde 1962. Un triunfo que incluye a los andaluces en el selecto club de los equipos que han ganado tres veces esta competición, en el que comparte honores con Barcelona, Valencia, Juventus y Liverpool. La profecía de Bela Guttmann, el entrenador que predijo que en cien años los lisboetas no volverían a ganar en Europa, ha durado 52 años y continuará alguno más. Ocho finales perdidas por los lisboetas establecen un récord difícil de superar.
Después de un partido igualado, intenso y sin un dominador claro, Sevilla y Benfica tuvieron que jugarse el título en la suerte última y, al igual que en Glasgow en 2007, los sevillistas estuvieron más acertados al transformar los cuatro penaltis lanzados, mientras que Beto detenía los de Cardozo y Rodrigo.
Turín se unió así a Eindhoven y a la ciudad escocesa en el memorial de las grandes gestas que siempre perdurará en el corazón del sevillismo. Tras los triunfos de 2006 y 2007, el conquistado ayer tiene si cabe mayor mérito que los anteriores, por el largo camino recorrido y por la entidad del rival en el último partido, el definitivo, el que marca la línea entre la gloria y el olvido. Las finales no se juegan, se ganan, y el Sevilla hizo lo que debía.
Dos estilos de juego se enfrentaron en el Juventus Stadium. El orden táctico del Sevilla fue descomponiendo el primer impulso lisboeta, que comenzó con una defensa muy adelantada y terminó reculando cada vez más cerca de su guardameta. Rakitic se hizo con las riendas del juego desde muy pronto pero su control se vio muy poco acompañado por Reyes pero sí por la potencia de Vitolo pese a que salía de una lesión. El Benfica, muy lastrado por las ausencias, se vio superado por los sevillistas hasta los últimos cinco minutos de la primera mitad, en los que gozó de tres grandes oportunidades. En la segunda parte el encuentro adquirió tintes de montaña rusa en la que a un periodo de dominio y oportunidades del Benfica seguía otro del Sevilla. Ambos conjuntos gozaron de buenas oportunidades pero las defensas siempre superaron a los delanteros.
La prórroga, con los dos equipos extenuados, apenas tuvo juego ni ocasiones de gol, excepto en un pase maravilloso de Rakitic a Bacca, en el minuto 100, que el delantero, solo ante Oblak, mandó fuera. Una clarísima oportunidad que al final se quedó en una anécdota más porque lo importante es que el Sevilla volvió ayer a formar parte de la élite del fútbol europeo.