En manos del guionista
Haz los deberes, no lo dejes todo para el último momento, nos decían de pequeños. Nos lo siguen diciendo de mayores, puesto que mejor hoy que mañana es una divisa universal para realizar un buen trabajo. La realidad del Barça es que ha ido aplazando la mejora del juego y se ha ido desdibujando más a medida que se acercaba el final de la Liga. Una extraña confluencia de azares favorables le ofrece la oportunidad de redimirse y de volver el dicho del revés: haz mañana lo que todavía no has hecho hoy. Pero, por favor, ¡hazlo de una vez!
La sucesión de carambolas llega tras haber escenificado la renuncia al título en San Sebastián, Valladolid, Granada y Elx, y en casa ante el Getafe. La imagen de impotencia presagiaba el final triste que los barcelonistas dábamos ya por irremediable. El guión parecía otorgar el título a uno de los equipos de Madrid y parecía adjudicarle al Barça el papel de árbitro en el duelo final. Un árbitro malicioso, por cierto, porque, corría la voz entre la parroquia azulgrana de aplaudir fervorosamente los hipotéticos goles rojiblancos en el Camp Nou.
No es normal tirar la Liga unas cuantas veces y recibir por gracia divina el don de una repesca milagrosa. Desde los goles en propia puerta del Villarreal hasta la pájara del Real y del Atlético, desde las gestas de los humildes Levante, Valladolid y Celta hasta el vuelo felino de Willy Caballero. Hemos sufrido contrariedades crueles, como las lesiones de Messi y Neymar y el fuera de combate de Valdés y Pu- yol, pero a pesar de todos los pesares estamos vivos. Como los personajes de videojuego que resucitan inopinadamente porque tienen varias vidas. Ahora que sólo nos queda una, vale la pena vivirla con la alegría de un regalo.
La Liga dura 3.420 minutos (más los tiempos añadidos). Desde el 18 de agosto (Barça, 7- Levante, 0), el Barça ha jugado 37 partidos, con un total de 3.330 minutos. Ha sido líder durante 2.070 minutos, lo que representa un 62% de la competición hasta hoy. Si eso no es un mérito ganado a pulso, ¿qué es? Ahora, habiendo transcurrido el 97,4% de la Liga, falta un poquitín, sólo un cachito de tiempo que promete ser el más intenso de la temporada. Será una traca final en forma de hito histórico, porque jugarse el título en casa contra el antagonista es una conjunción astral que se da una vez cada siglo. Nos hemos tenido que frotar los ojos para creérnoslo, pero, ahora que estamos ahí, sentimos con placer el cosquilleo de las grandes ocasiones.
El guionista que ha urdido el sorprendente final de la Liga querrá exprimir la emoción al máximo. Puede ser una película de Hitchcock, con sustos morrocotudos que llenan la sala de pavor y episodios inverosímiles, como un incidente absurdo, un azar, una jugada pueril, qué sé yo. Por coherencia con el hilo narrativo que nos ha conducido hasta aquí, el guión prevé un desenlace del conflicto, como en las buenas películas, por el camino más insospechado. La diferencia, sin embargo, es que el guión ya no depende de terceros.
¿Quién es el guionista? El destino, no, desde luego. El destino se lo labra cada uno amoldándose como puede a las circunstancias sobrevenidas, por lo cual creo firmemente que los jugadores del Barça, junto con el aliento de todo el barcelonismo, pueden –pode-
Quedan 90 minutos de los 3.420 de una Liga de la que fuimos líderes durante 2.070
mos– escribir un guión propio sin esperar a que nos lo escriban. Sólo hace falta empuje, decisión, rabia, voracidad de hambre atrasada, orgullo, intensidad individual y colectiva, ganas de luchar hasta la extenuación, que son lo contrario de la imagen errática y blanda del tramo final de la Liga. Haber hecho buena parte del trabajo con solvencia –6 puntos de 6 ante el Real Madrid, por ejemplo– nos ha llevado hasta aquí. Ya que estamos, tomemos el partido del sábado como un premio bien merecido. ¡Disfrutémoslo!