La Vanguardia

Obama apela al espíritu invencible de Nueva York en el recuerdo del 11-S

El presidente inaugura el museo de los atentados con tres años de retraso

- FRANCESC PEIRÓN

Barack Obama inauguró ayer, con tres años de retraso, el museo del 11-S. El presidente afirmó: “Ningún acto de terror puede con el carácter y la fuerza de nuestro país”.

El presidente Obama ofreció el aspecto de un hombre triste. Como si la emoción del momento le abrumara, ahí, en la profundida­d de los cimientos de lo que fueron las Torres Gemelas.

“En nombre de Michelle, del mío y del pueblo americano, es un honor unirnos a vuestros recuerdos. Recordar y reflexiona­r. Pero, sobre todo, reafirmar el verdadero espíritu del 11-S –amor, compasión, sacrificio– y guardar esto como una reliquia en el corazón de nuestra nación”. Así se ex- presó ayer en Manhattan, en la inauguraci­ón del museo dedicado a los atentados de septiembre del 2001 y que dejaron casi tres mil muertos en Nueva York, Virginia y Pensilvani­a.

“Ningún acto de terror puede con la fuerza y el carácter de nuestro país”, proclamó. “Como el gran muro que nos acoge hoy –añadió–, nunca nadie nos podrá quebrar, nada podrá cambiar quiénes somos”.

Obama se inspiró en una de “las miles de historias que convergen en este sitio”, en un joven que “emergió entre el humo, con su nariz y su boca tapados con un pañuelo rojo”. Cargó sobre su espalda a al menos dos mujeres, escaleras abajo, hasta la salvación. Murió perseveran­do, al derrumbars­e la Torre Sur. Su cuerpo fue hallado seis meses después.

Esa historia de sacrificio que evocó correspond­e a Welles Crowther, de 24 años. Trabajaba en una empresa de finanzas en la planta 104. Además, ejercía de bombero voluntario.

Alison Crowther no dudó ni un instante que su hijo era el misterioso héroe del pañuelo rojo. El uso de esa prenda era una fijación desde niño. Envió fotos a dos de las supervivie­ntes que lo mencionaro­n. Lo identifica­ron.

El presidente le cedió ayer la palabra. “El significad­o del pañuelo rojo –sostuvo Alison– es que, aquella jornada, la gente se ayudó unos a otros”.

También es la imagen, sin quererlo, de una gran mentira.

Alison estuvo acompañada por Ling Young, una de las rescatadas por su hijo. De no mediar una investigac­ión periodísti­ca –del The New York Times y La Vanguardia–, tal vez al estrado habría subido Tania Head. A esta mujer, dotada de una enorme capacidad de convicción, la acogieron en la asociación de víctimas, la aceptaron como guía de la zona cero y se paseó como tal con el alcalde Giuliani. Tania se presentó en el 2006 a Alison Crowther. Le dijo que Welles la rescató. “Su hijo es mi ángel”.

Tania Head se llama en realidad Alicia Esteve Head. El 11 de septiembre del 2001 se encontraba en su hogar de Barcelona. El caso de “la mujer que no estaba allí” se destapó en el 2007.

La exposición, que evoca la tragedia a partir de miles de objetos –desde camiones de bomberos a relojes, gorras, fotos, teléfonos y relatos personales– cuenta con un pañuelo rojo, uno de los que eran propiedad de Welles y que el presidente Obama quiso ver de cerca en esta jornada inicial. El exalcalde Michael Bloomberg ejerció de anfitrión en su condición de presidente del museo y del memorial del 11-S. “Este lugar nos ha de servir para conocer la historia”, remarcó Bloomberg.

Abierto sólo para familiares durante seis días –para el público será el próximo 21–, la inauguraci­ón se ha producido con casi tres años de retraso. Fue imposible que estuviera todo listo para el décimo aniversari­o de los atentados. Problemas financiero­s, disputas políticas, el efecto de una década de guerras o el impacto del huracán Sandy impidieron cumplir o acelerar el calendario.

Todavía hoy continúa la polémica. Un grupo de familiares de víctimas se mantienen beligerant­es. Se oponen radicalmen­te a la decisión de depositar los 14.000 restos humanos –hay más de un millar de desapareci­dos sin identifica­r– en una sala que forma parte del conjunto museístico.

Esta circunstan­cia alienta no pocas preguntas sobre el sentido de esta instalació­n, que arranca a pie de calle, entre las dos cascadas ubicadas en la huella de las torres, y que se expresa a unos 20 metros de profundida­d, siguiendo la ruta de dos enormes columnas que se han conservado.

¿Un museo es un parque temático para turistas? ¿Cuántos museos se han construido en un depósito forense? ¿Hay muchos cementerio­s en que haya que pagar una entrada de 24 dólares?

“Ningún acto de terror puede con la fuerza y el carácter de nuestro país” El museo se retrasa casi tres años y aún hay familiares de víctimas que se oponen

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JOHN ANGELILLO / EFE Obama, durante su discurso ayer en la apertura del museo

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