Esperanza no es “d’eixe món”
Día de San Isidro, patrón de un Madrid con ecos de final de Champions; en las Ventas volvió Ponce y a Barcelona regresó Esperanza Aguirre, donde tiene vínculos familiares, quehaceres profesionales y mucho tirón entre una militancia popular que aprecia su espontaneidad y hablar claro.
Llegó Aguirre al aparthotel Atenea, en coche oficial y con chófer –quizá para no tentar la suerte con la Guardia Urbana–, y fue recibida por unas 300 personas al sonoro grito de “¡presidenta, presidenta!”, sin que se especificara muy bien de qué.
Una ovación ante la que no pudo disimular cierta sorpresa, ahora que se ha situado en una segunda línea política, y que despertó gestos de melan- colía en las caras de unos dirigentes locales que temen tanto que Montoro vuelva a subir los impuestos como un sorpasso de Ciutadans.
Con esa media sonrisa cargada de ironía y cierta ingenuidad aristocrática, que siempre utilizó para camuflar sus planes políticos, vestida con una camisa de leopardo y unos ajustados pantalones negros, Aguirre contrapuso la forma de ser de los liberales pata negra como ella, condición que reivindicó con orgullo, con las maneras de los socialistas y los nacionalistas. De quienes no echó pestes, pero casi.
“Ni me gustan los socialistas, porque quieren intervenir constantemente en la vida de las personas, ni me gustan los nacionalistas, porque quieren intervenir en los sentimientos de la gente”, admitió.
En uno de los actos más multitudinarios y cálidos de la campaña del PP en Catalunya, Aguirre demostró que, si Aznar solía hablar en catalán en la intimidad, ella lo hace en público y además parafraseando al cantante Raimon: “El 25-M diguem no als sobiranistes, que nosaltres no som d’eixe món’”. Un llamamiento para frenar en las urnas “al pensamiento único” de los nacionalistas, a los que acusó de “no estar interesados en Europa, sólo en acabar con la soberanía del pueblo español”.
Amiga personal de Santiago Fisas, candidato catalán, del que aseguró que “aunque ahora no lo parezca” en su día fue un “gran deportista”, recordó que fue ella quien “lo recuperó para la política” al incorporarlo al gobierno de Madrid, primero, y al Gobierno de España, después.
Un pasado común que utilizó para lanzar su último dardo: “¿Os imagináis un conseller de la Generalitat que no sea catalán?”.