Entre Putin y Conchita
La campaña polaca se alimenta de los referéndums en Ucrania y Eurovisión
La anexión de la ucraniana península de Crimea por Rusia y sus obstinados intentos por fomentar la rebelión prorrusa en el Este de Ucrania han dado un cariz grave a la por lo demás insípida campaña europea en Polonia. El partido gobernante, la liberal Plataforma Cívica, describe la conducta de Rusia como una amenaza de reincidencia de su poderoso vecino en la política imperial de la que Polonia tantas veces había sido víctima en el pasado. “Los acontecimientos en Ucrania constituyen para nosotros un serio desafio”, admitió hace unos días el jefe de gobierno Donald Tusk en una reunión con los gobernadores provinciales. “No cabe duda de que los llamados referéndums en las regiones orientales de Donetsk y Lugansk son una nueva etapa en el reparto de Ucrania”. Tusk recurrió adrede a la palabra “reparto”, cargada de particular significa- do en Polonia que en la segunda mitad del siglo XVIII tres veces consecutivas había caído víctima de repartos de su territorio entre Rusia, Prusia y el imperio Austrohúngaro hasta desaparecer del mapa de Europa, y una vez mas entre la Alemania nazi y la Unión Soviética en 1939 al comienzo de la segunda guerra mundial. “No tenemos ninguna duda de que los referéndums son una burda mofa de la democracia y una refinada forma de brutal agresión contra nuestro vecino”.
De las palabras el gobierno ha pasado a los hechos y el lunes anunció que crearía una fuerza de reserva militar no profesional para prevenir en el futuro posibles incursiones como las que en Ucrania efectuaron paramilitares separatistas armados y financiados por Rusia. En varias regiones de Polonia se crearán 16 fuerzas de este tipo, con un total de 20.000 efectivos, entrenados y subordinados a las fuerzas especiales del ejercito polaco.
La integración en una Europa fuerte económica, política y militarmente es el mensaje principal de la campaña de los liberales. Pese a la firmeza del Gobierno desde el comienzo del conflicto en Ucrania y el uso de un lenguaje sin eufemismos diplomáticos, el principal partido de la oposición, el nacionalcatólico Ley y Justicia, responsabiliza al Ejecutivo de una actitud tolerante y hasta cómplice con Rusia, así como desatenta ante las ambiciones europeas de Ucrania.
Sin embargo, la táctica de los nacionalistas de presentar al gobierno como aliado de Rusia no parece haber surtido el efecto deseado. En los sondeos, los liberales van a la cabeza con un 30% de intención
La derecha nacionalista denuncia la amenaza de la Europa hedonista y tolerante
de voto, unos pocos puntos por delante de Ley y Justicia, y seguidos por los socialdemócratas y varios partidos menores. La derecha nacionalista desvió entonces su campaña para denunciar las amenazas que para la identidad cultural y salud moral de los polacos representa, dicen, la Europa hedonista y relativista, tolerante con los homosexuales y cauti- va de la igualdad de sexos, denunciada como la peligrosa ideología de genero.
La concesión del primer premio del festival de Eurovisión a la cantante Conchita Wurst, dotada de una acusada barba, que había derrotado a la polaca Alejandra Ciupa luciendo un generoso escote con pechos exuberantes, provocó la indignación de la derecha defensora de la salud sexual. “Conchita Wurst simboliza una Europa que yo no quiero”, declaraba furioso en tv un portavoz de Ley y Justicia. “Una Europa débil y sin valores. Y nosotros queremos una Europa basada en valores cristianos y debemos impedir que Europa vaya caminando por estos derroteros. Europa nos necesita”. Y llevado por su celo antigubernamental al extremo el nacionalista Adam Hofman exclamaba: “Mirando los ojos de Conchita Wurst vi los ojos de Donald Tusk”.
Sin embargo, el grueso de los polacos se mantiene tibio tanto frente a la seriedad geopolítica que busca imprimir el gobierno a las elecciones como a la histeria moralista de la derecha nacionalcatólica. De momento sólo un 30% de polacos están decididos a votar.