La Vanguardia

Creativida­d electoral

- Francesc-Marc Álvaro

tranquilos. El socialista parece a punto de protagoniz­ar un remake de El resplandor, pero el vecino del tercero segunda me dice que le recuerda más bien aquella otra cinta titulada Los niños del maíz. Ciudadanos, con Nart entre Girauta y Carolina Punset en el cartel, evoca –como ha notado el colega Pipo Serrano– la publicidad de alguna película familiar de los setenta u ochenta, ideal para echar la cabezadita del domingo. En Catalunya, sólo aprobaría el cartel de ICV, porque funciona perfectame­nte para lo que pretende: dar una imagen contemporá­nea, reforzar la parroquia ecosociali­sta y sugerir que el candidato Urtasun está dispuesto, si hace falta, a pisar los escenarios del Primavera Sound o hacer un cameo en una teleserie de TV3 dirigida a mujeres urbanas de cuarenta.

Poco hay que decir del arte propagandí­stico del PP y del PSOE en esta campaña, más allá de subrayar que el azul donde han sumergido el dibujo de Cañete nos conecta con un spot de piscinas y que el cartel donde aparece Valenciano es idéntico a centenares de portadas de las revistas Telva o Mía. Más allá del material impreso, el mejor anuncio radiofónic­o que he podido escuchar es el del gran Vidal-Quadras como candidato de Vox: su mensaje arranca afirmando en tono solemne que le han expulsado del PP y que él es una víctima de Pujol y Aznar; lo he encontrado tan bueno que, en un primer momento, pensaba que se trataba de una parodia realizada por alguna otra formación, quizás por un grupo testimonia­l –tipo Partido Humanista– de los que ofrecen anuncios caseros muy apreciados por los enfermos –como yo– de estas cosas.

¿Dónde ha ido a parar la creativida­d electoral? El último artista fue Ruiz-Mateos, que resultó elegido –no es broma– eurodiputa­do en 1989.

Tengo la sensación de que en materia de carteles electorale­s vamos hacia atrás como los cangrejos. Acepto las trampas de la memoria pero me parece que, hace unos años, la propaganda para pedir el voto tenía un poco más de gracia. Por ejemplo, cuando yo era niño, el PSUC hacía unos carteles sensaciona­les, con mucha garra, como aquel de “Mis manos: mi capital”, de 1977. Actualment­e, el sector ha perdido mucho, como quedó patente en la campaña de los últimos comicios catalanes. Pero yo pensaba que el terrible cartel de Mas con los brazos abiertos sería una especie de vacuna que –una vez asumido el error– corregiría las ocurrencia­s de los profesiona­les del ramo y, sobre todo, de los jefes de campaña. A la vista de la cartelería que estamos viendo, soy pesimista: vamos a peor. O sucede que los cracks de la propaganda política también se han marchado, como los jóvenes de más talento científico.

Ni Tremosa ni Terricabra­s se merecen el cartel de todo a cien donde los han encarcelad­o, aunque, al lado de Javi López, ambos pueden respirar

El último artista fue Ruiz-Mateos, que resultó elegido –no es broma– eurodiputa­do en 1989

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