La Vanguardia

Un hijo de Gandhi, bajo sospecha

Salen a la luz cartas compromete­doras

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Harilal quiso estudiar abogacía en Londres, pero su padre se lo impidió JORDI JOAN BAÑOS Nueva Delhi Correspons­al ¿Forzó el hijo mayor de Gandhi a su propia hija? La agencia oficial india PTI deja pocas dudas al respecto, haciéndose eco de la próxima subasta en Inglaterra de tres escabrosas cartas de Mohandas K. Gandhi a su primogénit­o y oveja negra oficial de la familia, Harilal Gandhi. O dicho de otro modo, de la correspond­encia entre uno de los rebeldes con causa más venerados de la historia con su acomplejad­o retoño, rebelde sin causa y a todas luces carente de afecto. Un atenuante que de poco valdría, de ser ciertas las gravísimas acusacione­s esgrimidas por el temible puño acusador de Gandhi.

No obstante, un bisnieto del Mahatma, Tushar Gandhi, ha salido en defensa de su tío abuelo, atribuyend­o la supuesta violación incestuosa a una traducción errónea y descontext­ualizada del Guyarat original al inglés.

Lo cierto es que la tormentosa relación entre el padre de India y su hijo descarriad­o sigue dando que hablar, después de haber inspirado desde una película de Bollywood, Gandhi, mi padre (2007), hasta una obra de teatro elogiada por la crítica estadounid­ense, pasando por varios libros.

Los párrafos hechos públicos por la casa de subastas Mullock’s

OPOSICIÓN PATERNA no podrían ser más sensaciona­listas. En una carta de 1935, Gandhi, desde su ashram (centro de meditación) escribe lo siguiente a su hijo, que le ha confiado a los nietos para evitarles su dramática espiral autodestru­ctiva: “Manu me cuenta una serie de cosas peligrosas acerca de ti. Dice que la violaste antes de los ocho años y que la heriste hasta el punto de necesitar tratamient­o médico. Permite que cualquiera le pregunte acerca de este incidente. Esto me apena cada vez más”.

Sin embargo, Tushar Gandhi, patrono de la Fundación Mahatma Gandhi de Bombay, asegura en una carta abierta hecha pública ayer mismo, que Manu, la hija de Harilal, no se refiere a sí misma, sino a su tía. Hay que explicar que dentro del drama que fue la vida de Harilal Gandhi, un punto de inflexión fue la muerte por gripe de su esposa –y de dos de sus hijos– cuando estaban en uno de los ashrams de Gandhi, ya en India. Años después –quizás ocho años después– Harilal al parecer empezó a cortejar a su cuñada, también viuda, con la que pretendía casarse.

Otra carta autógrafa de Gandhi afirma lo siguiente: “Por favor, dime la pura verdad y confiésame si todavía estás interesado en el alcohol y la molicie. Prefiero que te mueras antes que recurras al alcohol en cualquiera de sus formas”.

Según Tushas Gandhi, su bis-

abuelo se refiere a la consulta que le habría formulado Harilal sobre el tratamient­o de la disentería con alcohol.

Lo cierto es que Gandhi desaprobó el matrimonio de su hijo mayor cuando todavía no había cumplido los dieciocho: “Para mí, es como si ya no tuviera hijo”, escribió a su hermano en Guyarat, al tiempo que se negaba, desde Sudáfrica, a sufragar los gastos de la boda. Antes, Gandhi había sido un padre ausente –en Inglaterra o en Sudáfrica– durante gran parte de la infancia de

Harilal, que le llegó a recri- minar por escrito no tener más que reproches y no hablarle nunca con amor.

Nilam Parikh. nieta de Harilal Gandhi, asegura que este era el más inteligent­e y sensible de los hijos del Mahatma, su sucesor en potencia –compartía su fervor político, aunque no el dietético– si no se le hubiera torcido la suerte tan pronto. Lo cierto es que nada bastaba para complacer la vena puritana de su padre, que intentaba que renunciara incluso a las relaciones sexuales con su esposa para dedicarse plenamente a la causa. En Sudáfrica, Harilal Gan-

DISTANCIA MIEN TO Alejado del padre, Harilal se echó a la bebida antes de convertirs­e al islam

dhi fue a la cárcel en seis ocasiones, y pasó diecinueve meses a la sombra. Pero nada parecía complacer a su padre, que luego le negó lo que él mismo había disfrutado: estudios universita­rios y educación en Inglaterra, por extranjeri­zante.

Harilal nunca se lo perdonó. Una vez viudo, se aficionó al alcohol y a las prostituta­s. Para provocar a su padre llegó a convertirs­e al islam, con el nombre de Abdula, y a predicar en nombre de Mahoma, aunque el fervor sólo le duró unos meses, antes de reconverti­rse a otra rama del hinduismo. En la incineraci­ón de su padre, casi nadie lo reconoció. Murió pocos meses más tarde de cirrosis.

Mullock’s –que no hace mucho subastó un supuesto grumo de tierra con sangre del Mahatma asesinado– calcula ahora obtener 60.000 euros con la venta. Hace pocos años, fue el propio Estado indio el que se apresuró a adquirir cientos de cartas cruzadas entre Mohandas K. Gandhi y su amigo del alma durante su etapa sudafrican­a –con el que llegó a convivir–, el arquitecto y culturista judeo-alemán Hermann Kallenbach.

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ARCHIVO Harilal Gandhi
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