La Vanguardia

De la burbuja igualitari­a

- Jaume V. Aroca

Hace años cuando en Barcelona uno sentía nostalgia de Londres podía tomar la línea 1 del metro y bajar en Mercat Nou. Ahí, bajo el viaducto del metro escuchando There is a Ligth that never goes out de The Smits, podía transporta­rse a los túneles del ferrocarri­l en London Bridge.

Ahora, sobre esta vieja estación londinense el dinero de los Emiratos ha construido The Shard, el edificio más alto de aquella ciudad. En la parada de Mercat Nou, en cambio, han construido hace ya tiempo con dinero público el cajón de Sants.

Esta obra es fruto de la burbuja igualitari­a. Al igual que existió la burbuja inmobiliar­ia, en Barcelona existió la burbuja igualitari­a: los edificios construido­s con dinero público a principios del nuevo milenio en una época en la que el dinero corría a espuertas y las incomodida­des de los barrios se recubrían de arquitectu­ra carísima y alicatados de precio exorbitant­e. Pongan por ejemplo en esa lista algunas piezas del Fòrum –no todas– o el mercado del Encants.

El cajón de Sants –que, entre una cosa y otra habrá costa- do más de 60 millones– también reúne las caracterís­ticas de una obra burbujeant­e e igualitari­sta. La primera high line barcelones­a (la conversión en paseo urbano de un viaducto ferroviari­o es un invento parisino de modo que también podríamos llamarlo promenade plantee) quedó embarranca­da con la crisis frente a un largo muro de seteciento­s metros de hormigón y cristal. Construido el cajón dejaron de escucharse los trenes y el sentido auditivo de los vecinos quedó a salvo pero el de la vista fue cercenado.

Hace sólo medio año, en noviembre pasado, empezaron las obras en el lado montaña

del cajón para domesticar­lo y convertirl­o en lo prometido años atrás. Pero de la tristeza de estos largos años pasados con un muro pelado enfrente de casa dan cuenta todas las tiendas cerradas a lo largo de la calle Antoni de Campmay. Las granjas, los bares, los colmados. Y las familias. Ayer mismo, antes de las nueve de la mañana, madres musulmanas con sus hijos salían de estos pisos con vistas a la nada para ir al colegio. Dada su edad, no habrán visto otra cosa en su vida. Cuando el cajón reverdezca van a flipar.

El propietari­o del Kfé Nou en frente de la estación de Mercat nou mira hacia fuera y dice que llevan demasiado tiempo así. Si uno hecha cuentas, hemeroteca en mano, hace nueve años que están en obras en su calle, desde 2005. “Entre las de aquí y las obras del Mercat Nou hemos quedado muy pocos”. “Va, ajuda'ns, fot-los

canya”, dice tras la barra. Pero hay milagros. Milagros urbanos como la tienda de

Al igual que la burbuja inmobiliar­ia hubo una burbuja igualitari­a y el cajón de Sants es uno de sus hitos

Terra mullada. Cuando uno ya ha perdido la esperanza de hallar señales de vida a pie de calle, en el lado mar del maldito cajón, da con este negocio en el lugar más angosto, justo en la esquina de la rambla de Badal, donde los arquitecto­s de la burbuja igualitari­a dejaron apenas una calle de tres metros para pasar. Este carrer

de les Mosques posmoderno alberga ahora en la esquina el local donde unos agricultor­es del Parc Agrari comerciali­zan sus verduras ecológicas. Tomates, coles... Llevan ahí desde noviembre y no les va mal a pesar de que el ayuntamien­to ha cerrado el paso subterráne­o que tenían enfrente.

Ahora que está tan de moda las ciudades resiliente­s habría que premiar a los de Terra mullada por su entereza. Pero como resulta improbable que nadie les premie –lo primero que se ve en la entrada de este negocio es un cartel contra Eurovegas– al menos desvíense de su camino, pasen por ahí y compren verduras frescas.

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