Operación verano en los bancos de alimentos
Campaña para evitar que con la llegada de las vacaciones bajen las donaciones de comida, que alimentan ya a 258.000 personas
ROSA M. BOSCH Rosa Maria Marimón repasa las cajas de doce huevos llegadas de Lleida para ver si hay alguno roto. Ayer era día de reparto en el Rebost Solidari d’Aliments de Sant Andreu y los voluntarios ultimaban los paquetes de comida que, por la tarde, recogieron las personas del barrio que se han quedado sin recursos. Ya son
LA DISTRIBUCIÓN Setecientas entidades distribuirán este año 21.500 toneladas de alimentos EN SANT ANDREU Las donaciones particulares caen en verano un 50% en el Rebost Solidari
2.567 y cada mes se suman 38 nuevas familias, según afirmaba Santiago Maqueda, portavoz del Rebost Solidari de Cáritas.
El perfil de los vecinos que acude a esta entidad una día al mes para aliviar sus necesidades más básicas es cada vez más heterogéneo. “Hace tres años, el 100% eran inmigrantes, ahora calculamos que un 25% son autóctonos”, apunta Maqueda. “Incluso vienen dos arquitectos y un profesor universitario sin trabajo”, añade Ramon Carrabina, responsable de logística del Rebost Solidari, escenario ayer de la presentación de la campaña “La fam no fa vacances” (www.lafamnofavacances.com), emprendida por la Fundació Banc dels Aliments de Catalunya (FBAC), que agrupa a los bancos de Barcelona, Tarragona, Girona y Lleida. Al llegar el verano las donaciones caen, en algunos casos hasta el 25%, excepto en zonas agrícolas como Lleida, donde se incrementan las aportaciones de frutas y verdura, según indica Eduard Arruga, secretario de la FBAC. Pero las necesidades siguen creciendo.
Con el 20% de la población de Catalunya en riesgo de pobreza, el número de beneficiarios de las 700 entidades que forman parte de la red de los bancos de alimentos ha pasado de 109.340, en el 2008, a 258.498 este año. Si en el 2012 se repartieron 15.000 toneladas, en el 2013 fueron 18.000 y durante el 2014 se prevé un nuevo aumento, hasta 21.500. Los lotes mensuales que reparten centros como el Rebost Solidari incluyen aceite, azúcar, arroz, legumbres, pasta, galletas, atún y sardinas en conserva, caldo, huevos, zumos, leche... Y empiezan a disponer de productos sin gluten para las personas celiacas. “El 52% de los artículos que manejamos proceden de los excedentes del programa de la Unión Europa, de los bancos de alimentos y de empresas y el 48% restante, de donaciones particulares; estas últimas, en julio y agosto, bajan un 50%”, señala Maqueda.
Este es el segundo año que se organiza una campaña para que no paren las ayudas en verano. Los bancos de alimentos piden comida de alto valor nutritivo: legumbres, aceite, leche o conservas de pescado, además de productos infantiles, y alientan a escuelas, clubs deportivos, asociaciones culturales, empresas y ayuntamientos a que organicen actividades para lograr más aportaciones, y también para crear conciencia contra el enorme derroche. Una tercera parte de los alimentos que se producen en el mundo no se consume, acaba en la basura, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En Europa, cada año unos 90 millones de toneladas se echan a perder.
Son los equipos de los servicios sociales municipales o de Cáritas los que remiten a las personas necesitadas a las 700 entidades de Catalunya que distribuyen los alimentos. Carme Costa, responsable de distribución del banco de Barcelona, precisa que si antes el periodo de ayuda se prolongaba unos tres o como mucho seis meses, ahora hay casos en que se alarga un año. “Cada vez hay más beneficiarios y cada vez requieren esta prestación durante más tiempo”, dice Costa.
La voluntaria Rosa Maria Marimón, vinculada a Cáritas desde hace más de 20 años, constata que las necesidades siguen creciendo y que son testigos de pocas historias con final feliz. “La
mayor alegría que te dan es cuando te dicen: “El mes que viene ya no vendré, he encontrado traba
jo”’, cuenta. Por el contrario siguen llegando profesionales en paro o empresarios que han tenido que cerrar su negocio y no saben cómo pagar sus deudas.
La parte positiva es la movilización de centenares de voluntarios que dedican su tiempo libre a llenar estanterías y empaquetar y distribuir comida entre los más vulnerables.