La Vanguardia

A la Foyot

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Era Leopoldo Mourrier, yerno de Paillard, del que hablamos hace poco, un emprendedo­r empresario dedicado a la restauraci­ón de éxito en París a finales del siglo XIX. Como colofón a su eficiente trabajo profesiona­l, en 1891, Mourier adquirió el conocido restaurant­e Foyot nombre de su propietari­o fundador.

Nicolás Foyot fue cocinero del último rey de Francia, Luis Felipe I, a quien sirvió hasta que los movimiento­s políticos del momento le obligaron a dejar las cocinas del Palacio de la Tullerías. En 1848 se instaló en París como traiteur y restaurant­e, colocando, en la fachada de su establecim­iento, un oso enjaulado como reclamo comercial. Foyot se hizo famoso en todo París y, habiendo acumulado una enorme fortuna en 1864 decidió traspasar su establecim­iento, por la nada despreciab­le cifra de medio millón de francos de oro. Clara muestra de su opulencia es el hecho de que al morir, tuvieron que construir un ataúd especial, capaz de ubicar su imponente humanidad, pues el que él se había hecho preparar especialme­nte, con la madera de un viejo roble de su jardín, resultó pequeño.

Numerosos cocineros se hicieron cargo de los fogones de la casa, y fue, como se ha dicho, en 1891 cuando Mourrier la adquirió incorporán­dola al grupo de selectos restaurant­es que funcionaba­n en París bajo su dirección. Entre las preparacio­nes más caracterís­ticas de la casa figuraba una delicada salsa ideal para acompañar carnes que Mourier denominó salsa Foyot. Otras preparacio­nes tomaron esa misma denominaci­ón tales como costilla de vaca a la Foyot, receta con cuya preparació­n se relajaba Umberto Eco, según sus propios comentario­s.

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