“En EE.UU. hay jubilados que venden sus calmantes a los parados”
Joe Sacco, que publica ‘La gran guerra’
La gran figura del Saló del Còmic de este año es Joe Sacco (Malta, 1960), un autor que tras el divertido y negro
sarcasmo social de obras como Apun
tes de un derrotista –al que, explica, vuelve en la obra que está acabando ahora– se lanzó a recorrer el mundo y retratar con novelas gráficas las consecuencias de los conflictos bélicos sobre la gente en obras emocionantes
como Palestina, Gorazde: zona protegida, Reportajes o Notas al pie de Gaza. Ahora publica en España una
obra peculiar, La Gran Guerra (Reservoir books), un dibujo desplegable de siete metros de largo que, como un tapiz medieval, muestra la evolución del primer día de la mortífera batalla del Somme en la Primera Guerra Mundial. Una guerra de trincheras que fue una masacre y por la que quedó fascinado desde pequeño cuando en Australia, donde vivía, le explicaban la batalla de Galípoli.
¿Qué significa para usted la Primera Guerra Mundial? Empecé a leer de ella a los diez años. La idea de grandes ejércitos separados a veces por sólo una decena de metros, de gente esperando en las trincheras para morir por la artillería o, al salir, por las ametralladoras, me impresiona desde niño. En inglés está la expresión no man’s land, el espacio entre trincheras. Cuando eres un niño la expresión provoca miedo, te suena a que nadie puede sobrevivir ahí. Luego fui entendiendo lo que pasó. Los generales cometían errores y en vez de admitirlos aumentaban las tropas. En el Somme, ganar unas millas supuso un millón de víctimas.
Iba a ser, recuerda, la guerra que acabara con las guerras. No lo fue. Puedes aprender que algo está equivocado por una o dos generaciones y no repetirlo. Pero parece que siempre puedes conseguir de nuevo que haya entusiasmo por una de estas grandes aventuras.
¿La Gran Guerra fue también una gran aventura? Seguro. Trabajadores industriales, mineros con vida muy difícil en Inglaterra, tenían una oportunidad para escapar. Y se les decía que era su deber patriótico. Los soldados se podían apuntar juntos en batallones de amigos, pueblos enteros se apuntaban juntos y morían juntos en una batalla. Podías entusiasmar a la gente así.
¿Qué le interesaba a usted?
El primer conflicto al que fui fue el israelopalestino. No era por oír tiroteos sino por justicia social. Me parecía que la ocupación estaba equivocada y quería oír a palestinos su historia. No me considero un reportero de guerra, sino de sus consecuencias.
¿Qué le ha impactado más de lo que ha visto durante estos años? Puedo hablarle de guerras, pero también de los intocables en India. Hay gente tan hambrienta que consigue la comida de agujeros donde las ratas almacenan arroz. Estremecedor. Trato de mostrar lo insuficientemente explicado. Es el trabajo del periodista. Si EE.UU. quiere declarar la guerra a Iraq, que lo haga, pero tienen que saberse las consecuencias en la gente.
Últimamente ha cambiado los retratos de guerra por los de pobres. En el momento en el que te preocupas más de tus emociones que de las de los demás, debes cambiar. Y la desigualdad me interesa. Está sorprendiendo a mucha gente que se había acostumbrado a la idea de clase me-
SIN VACUNA CONTRA LAGUERRA “Una o dos generaciones aprenden que es un error, pero luego alguien logra entusiasmar con ella”
dia. Y conocer la pobreza en EE.UU. ha sido revelador. He visto a gente que se automedica con pastillas o alcohol para aguantar la desesperación. He visto a gente mayor en West Virginia vendiendo su medicación para el dolor a gente sin trabajo. Hay mucha resignación. Los tecnócratas les han hecho cargar el peso de una crisis de la que no eran responsables.
¿Qué hace Obama? Me ha decepcionado. Intenta lograr compromisos con gente a la que tendría que combatir. Pero me preocupa más lo que sucede en Europa porque es el ejemplo del Estado del bienestar. Y los europeos lo están desmontando muy rápidamente. Es increíble.