Mike Leigh pinta un primoroso y prolijo filme en ‘Mr. Turner’
Lejos del recuerdo que deja tras de sí la mascarada de Grace de Mónaco, como pórtico e inauguración, Cannes empieza en estas primeras jornadas a mostrar su verdadera cara.
Puede que Cannes sea el festival de las marcas de lujo, de las fiestas (con invitación) y del mercado: el mayor mercado de películas del mundo. En esos apartados, digamos, más bien mundanos, es donde está el negocio del certamen.
Pero si Cannes es Cannes, si significa todavía algo para el cine, es por películas como Mr. Turner, del británico Mike Leigh, proyectada ayer. Y también por saber, como festival, dar una oportunidad (merecida) a títulos como la áspera y, aunque sea contradictorio, serena aproximación a la intransigencia y su corolario: la violencia y la muerte. De violencia, pero también de digni-
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Mr. Turner, por su parte, es una mirada entre compasiva y admirada, entre pintoresca y crítica –y por momentos también caricaturesca– a la vida del gran pintor británico de finales del XVIII y principios del XIX que fue J.M.W. Turner (1775-1851). Un artista, un paisajista sobre todo, nada académico. Capaz, con su obra tormentosa y romántica, de anunciar el arte abstracto: quizá sin saberlo el mismo.
El mismo pintor, por supuesto, que se puede visitar en la Tate British “gratis”, según pidió el mimo Turner al hablar de su legado “para el pueblo británico”. “Mr. Turner no es un documental, pero ha nacido con el compromiso de ser veraz”, comentó Mike Leigh, su director, en el posterior encuentro con los medios de comunicación. Deliciosa película, por momentos demasiado detallista y prolija: una de esas películas a las que un tijeretazo le sentaría de maravilla.
“Turner es un creador indiscutible, toda una institución británica. Valía la pena explorar un personaje así, incluso en sus defectos; un personaje dañado por dentro, siempre en tensión, con una personalidad apasionada”, comentó Leigh, a su manera otra institución del cine británico más comprometido, como Ken Loach, quién también estará en Cannes los próximos días.
La fuerza de Mr. Turner reside en Timothy Spall, que encarna al pintor. Eterno secundario británico, Spall es un habitual de la serie Harry Potter, y ha trabajado en Topsy-Turvy (1999), también de Leigh, y en tantos otros títulos británicos. Una actor conocido, pero no popular: sin llegar a ser una estrella. Esa condición que con Mr. Turner en sus manos –en todo su ser– está cerca de serlo. Un papel hecho de pura pasión. Spall, con su encarnación del famoso pintor, es desde ayer mismo el primer candidato a la mejor interpretación.
“Turner pintaba el cielo y el mar, pero veía mucho más allá de lo evidente; eso lo hace sublime”, comentó el actor de su personaje. Trabajado por Spall hasta dominar el inclasificable arte del gruñido al resto de la humanidad. Turner, en sus manos, gruñe como nadie. Pero sobre todo trabaja; trabaja mucho. El trabajo: esa característica que, a veces, en este tipo de tributo artístico, cae en el olvido. El duro trabajo. Turner no para. Nunca. Siempre está dibujando, pintando, tomando notas, haciendo algo. Porque Turner, según Leigh, era “un honrado trabajador, un excéntrico”, a la vez que se definía a sí mismo el director.