El Barça llega fuerte a la última criba
“No estamos aquí sólo para estar, sino para jugar y ganar”, proclama Tomic
Barcelona y Real Madrid por un lado. Por el otro, CSKA de Moscú y Maccabi de Tel Aviv. Lo más selecto del baloncesto continental se enfrenta a partir de hoy a la criba final, la más dura, que conduce al título de la Euroliga. Todos están acostumbrados a ganar. Mucho. Entre los cuatro suman nada menos que 142 Ligas, 95 Copas y 21 Copas de Europa. De estas últimas, el Madrid tiene más que nadie, ocho, y el Barça es el último de los cuatro que la ha conseguido, en el 2010, mientras que el último éxito madrileño se remonta a 1995. Pero aquí y ahora la historia cuenta poco. Y lo que han hecho a lo largo de la temporada. Y su estado de forma. Simplemente, hay que ganar dos partidos. Pero justo estos dos.
Si este Barça-Madrid se hubiera jugado hace tres meses, el pronóstico sería claramente blanco y las opciones azulgrana no irían mucho más allá de apelar a aquello de que “a un partido todo es posible”. Pero mayo y junio, los meses en que se dilucidan los títulos grandes del baloncesto de clubs, caen siempre en primavera, no en invierno, y ahora el equipo de Xavi Pascual (el que ha estado en más final four, 14) ha aumentado exponencialmente su rendimiento y tiene tantas posibilidades como el que más.
Hay una contraste patente en esta fiesta del baloncesto europeo, abierta oficialmente ayer a mediodía bajo un sol radiante en plena plaza del Duomo, porque la ausencia inesperada –no por las predicciones iniciales, sino por su gran actuación posterior– del equipo local, el EA7 Emporio Armani, se une a la conmoción por la reciente detención, por evasión fiscal, de Ferdinando Minucci, presidente de la Lega y expresidente del Mens Sana de Siena, club que podría perder sus siete títulos de liga consecutivos. Tampoco estaba presente el principal patrocinador de la competición, en su caso por la “terrible situación” en Turquía, como señaló Jordi Bertomeu. Antes de las dos semifinales se guardará un minuto de silencio.
Pero el baloncesto español deja a un lado por un momento sus propios problemas (la ACB sigue sin presidente) y sólo lamenta que el cruce de hoy impida –optimismo que no falte– una final entre sus dos grandes potencias, que de momento han colocado a tres jugadores en el equipo ideal: el barcelonista Ante Tomic y los madridistas Rudy Fernández y Sergio Rodríguez.
Este último, sexto hombre de lujo en la batería exterior más rica del baloncesto europeo, fue elegido ayer MVP de la temporada, un éxito personal que quiso hacer colectivo atribuyéndolo a que “llevamos tiempo jugando juntos, nos conocemos bien, nos sentimos cómodos y conocemos nuestros objetivos”. El principal, por supuesto, esta Euroliga.
“Claro que influirá, aunque cada partido es un mundo”, asegura el base tinerfeño cuando se le pregunta por el clásico del sábado en el Palau Blaugrana (victoria del Barça por 86-75). “Hemos repasado lo que hicimos bien y lo que hicimos mal, pero el de aquí será totalmente diferente”.
Lo mismo piensa el barcelonista Tomic, que cree que el triunfo “nos vino bien, para coger confianza y ritmo” y afirma que ni sabe “ni me interesa” si el Madrid –su anterior equipo, jugando contra el cual, insiste, no siente una motivación especial– disimuló aquel día más de la cuenta. “Nosotros sólo queremos hacer nuestro juego. Y no estamos aquí –proclama el pívot croata– sólo para estar, sino para jugar y ganar”.
Pero hay final four más allá del gran clásico español. Clásica es también la otra semifinal entre un CSKA que sólo ha faltado en una de las doce últimas y un Maccabi que ya lleva nueve en lo que va de siglo. El equipo ruso, con el polivalente Khryapa como aglutinador, tiene un enorme poderío físico, al que ha sumado el de Hines, un tremendo reboteador de sólo 1,98 m, doble campeón con el Olympiacos. El israelí es lo contrario, lleno de explosividad, con ¡siete! diablos estadounidenses rodeando los 150 kilos (o más) de Schortsanitis.
Los cuatro candidatos al título suman 142 Ligas, 95 Copas y 21 Copas de Europa Siete diablos americanos del Maccabi ante el enorme poderío físico del CSKA