La Vanguardia

La larga marcha

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La pasada semana comentábam­os las dificultad­es que, para la reducción de la deuda, genera una baja inflación. No terminan ahí los problemas que provoca. Otro de los ajustes precisos, la recuperaci­ón de la competitiv­idad perdida, también se ve negativame­nte afectada. Y ello porque aquella recuperaci­ón sólo puede conseguirs­e, desde España, con crecimient­os inferiores de salarios, aumentos superiores de productivi­dad o con una combinació­n de ambos respecto de nuestros socios comerciale­s.

Y esto es lo que hemos estado haciendo desde el 2010 al 2013. En esos años, la productivi­dad del trabajo en España creció un 8%, mientras los salarios aumentaban sólo un 2,2%, guarismos que hay que comparar con el menor crecimient­o de la productivi­dad en Alemania (escasament­e un 1%) y su notable avance salarial (un 8%). Dada esta evolución, no es extraño que los costes laborales por unidad de producto (cociente entre el aumento del salario y el de la productivi­dad) cayeran en España entre el 2010 y el 2013 un 5,5%, frente al aumento alemán del 6%.

En la bonanza, nuestros precios y salarios aumentaron por encima de los de nuestros socios. Y como este diferencia­l se acompañó de menores avances de productivi­dad, el resultado fue una continuada pérdida de competitiv­idad: entre 1997 y 2008, nuestros costes laborales unitarios aumentaron un 30%, frente al 4% alemán. Pero el ajuste que hemos realizado entre el 2010 y el 2013 ha permitido recuperar una parte no menor de esa pérdida.

Ahora bien, cuando los precios en Alemania y España se mueven en valores tan reducidos (en tasa anual, en abril un 1,3% en Alemania y un 0,4% en España), la me-

Un entorno de baja inflación dificulta la recuperaci­ón de la competitiv­idad empresaria­l

jora competitiv­a depende de que continuemo­s con incremento­s de productivi­dad superiores a los alemanes. Y ello, con una ocupación que apunta al alza, será cada vez más difícil. Tampoco va a ayudar la dramática caída en los años de crisis de la inversión productiva y del gasto en I&D&i.

Es en esta tesitura donde el BCE podría ayudar. Y parece que ello es posible: el presidente del Bundesbak, Jens Weindmann, ha mostrado su acuerdo a reduccione­s de tipos de interés o, incluso, a penalizaci­ones para los depósitos que la banca tiene en el BCE. Al mismo tiempo, aumenta el convencimi­ento que, de confirmars­e el estancamie­nto de precios, el BCE arbitrará medidas extraordin­arias para estimular el crédito a las PYMES. Bien con compras de paquetes de créditos a PYMES ya concedidos por la banca, bien mediante nuevas operacione­s de financiaci­ón a largo plazo, condiciona­das a que esos nuevos recursos se dirijan a las PYMES.

Nosotros estamos haciendo un tremendo esfuerzo para recuperar la competitiv­idad perdida. Cabe esperar que Alemania ayude, permitiend­o aumentos de precios y salarios en su economía sensibleme­nte más elevados que los nuestros. El Bundesbank, y el BCE, así parecen entenderlo. Nos conviene a todos.

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