De Kennedy y Nixon a Cañete y Valenciano
EL primer político en innovar en las campañas electorales fue Dwight Eisenhower, pues fue pionero en entender la importancia de la publicidad televisiva. El eslogan usado en 1952 por el candidato republicano era magnífico: “I like Ike”. Sin embargo, lo que revolucionó las elecciones fue el primer debate político televisado del mundo, que enfrentó el 27 de septiembre de 1960 a los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos: John F. Kennedy y Richard Nixon. Más de cincuenta millones de espectadores siguieron la discusión entre ambos. Kennedy ganó por goleada, pero más por su presencia e imagen que por el contenido de los mensajes. De hecho, los ciudadanos que escucharon el debate a través de la radio dieron como vencedor a Nixon. Joe McGinniss, uno de los estrategas de los republicanos, declaró poco después que “con la llegada de la televisión, y con el conocimiento de cómo podrá ser utilizada para persuadir a los votantes, desaparecerán los valores tradicionales”.
El pasado jueves por la noche, dos debates televisivos centraron la campaña de las elecciones europeas. Contrastaba la modernidad del debate de los cabezas de lista europeos (Tsipras, Keller, Schulz, Juncker y Verhofstadt) con el apelmazado cara a cara entre Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano. Los primeros debatían de pie, con ritmo, en medio de un atractivo decorado en el que no faltaba un público joven. Los segundos discutían sentados, en un estudio convencional y con una mecánica pactada que dejaba poco margen a la improvisación. Curiosamente, los candidatos europeos hablaron de la cuestión catalana y los candidatos españoles la ignoraron. Así que el problema de la campaña en nuestro país no es sólo de modernidad, sino también de incapacidad para afrontar las prioridades.