Recep Tayyip Erdogan
Gases y cañones de agua contra miles de manifestantes en la urbe de la tragedia
PRIMER MINISTRO DE TURQUÍA
Ante la tragedia de la mina de Soma, la gestión del líder turco, de 60 años, sólo ha hecho que aumentar la indignación, ya que a sus palabras in situ inapropiadas se unen ahora imágenes de agresiones a manifestantes.
Aquí nadie tiene la culpa de nada. Esa fue la conclusión de la conferencia de prensa ofrecida ayer por la empresa que opera la mina de Soma, en el oeste de Turquía, en la que el martes murieron más de 300 mineros. Cuatro días después de la explosión, el presidente de Soma Holding, Alp Gurkan, no se responsabilizó de nada.
Escasas horas después de su declaración, varios miles de per-
La empresa minera niega que hubiera negligencia y habla de “accidente increíble” “Esto no es un golpe del destino, es un asesinato”, grita un manifestante
sonas se manifestaban en Soma en protesta por lo ocurrido y reclamaban la dimisión del Gobierno. La protesta fue duramente reprimida por la policía, que utilizó cañones de agua, gases lacrimógenos y balas de goma contra los manifestantes.
“Si esto hubiera pasado en un país europeo, el Gobierno habría dimitido, pero ellos nos tratan co- mo a corderos”, se quejaba Eyyüp Gülmez, minero retirado, al comisario de policía que le pedía que se dispersara, informa la agencia France Presse. “Esto no es un golpe del destino, es un asesinato”, gritaba Burhan Celik, de 23 años, en respuesta al discurso del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, que consideró que lo sucedido era una fatalidad inevitable en su visita a Soma, el pasado miércoles.
“Aún no sabemos cómo ocurrió el accidente. No hay negligencia de los nuestros en este incidente. Todos trabajamos con el corazón y el alma”, dijo el presidente de Soma Holding en una conferencia de prensa dominada por la tensión. Gurkan y su equipo de expertos en seguridad admitieron que la mina no contaba con una cámara de seguridad en funcionamiento cuando estalló el incendio. A su vez, el director general de Soma Holding, Ramazan Dogru, descartó que el fuego se debiera a la explosión de un generador eléctrico, versión oficial de los primeros días, y apuntó en cambio a que el carbón se incendió por sobrecalentamiento.
“Fue un accidente increíble en un lugar donde se han producido muy pocos accidentes en 30 años”, dijo Gurkan. “Una mina con mineros de alto nivel, aceptada como una de las más fiables y organizadas”, agregó.
La cifra de muertos no excedería los 302, según dijo ayer el ministro de Energía, Taner Yildiz. Mientras los equipos de salvamento seguían trabajando por cuarto día consecutivo, las críticas contra el Ejecutivo de Erdogan continuaban creciendo. Un Gobierno más interesado en privatizar las minas que en un control exhaustivo de las condiciones de trabajo, rezan las críticas.
Los vecinos de Soma saben además que el partido que lidera Erdogan, el de la Justicia y Desarrollo (AKP) impidió a través de su mayoría parlamentaria que las condiciones de seguridad fueran mejoradas en esta zona poco antes del accidente.
La visita de Erdogan a la zona no contribuyó a calmar los ánimos. El primer ministro llegó a empujar a un vecino de la zona, Taner Kuruca, que protestaba contra su visita a Soma el miérco-
les y que ha exigido al premier que le pida perdón. Un consejero de Erdogan, Yusuf Yerkel, tampoco se quedó atrás y pateó a otro indignado de Soma mientras estaba siendo reducido por dos agentes de la policía. Yerkel al menos se ha disculpado públicamente, pero los incidentes ha encrespado todavía más los ánimos en Soma, donde todo el mundo conoce al menos a uno de los fallecidos, a menudo a varios.
También ayer el ministro de Energía ofrecía nuevas cifras: 485 mineros han sido salvados y lo más seguro es que la cifra de muertos quede finalmente en 302. Hasta el momento se han recuperado 284 cadáveres y quedan, dijo Taner Yildiz, entre 17 y 18 trabajadores dentro de la mina, aunque las esperanzas de encontrarlos con vida se han ido apagando.
La zona de Soma donde se originó la protesta de ayer –el centro de la ciudad, que gira en torno a la escultura de varios mineros– era ya los días anteriores escenario de tensiones acumuladas. Es un área frecuentada por jóvenes, pero también próxima a la mezquita donde se ofician los funerales, el cuartel de la policía de la ciudad y el hospital. “Hoy he estado en cuatro funerales”, era el comentario de un lugareño a la entrada de un comercio.
Yahya Ermek, de 24 años, explicaba que ha dejado de trabajar en la mina precisamente por la falta de seguridad. Ahora está en el paro y no encuentra alternativa. “No hay otro tipo de empleo aquí, estamos obligados a bajar a la mina, aunque sea peligroso y el sueldo, bajo”, dice.