Brasil y el Mundial
Rousseff garantiza la “seguridad total” del torneo y de las delegaciones
Los indignados vuelven a salir a la calle para manifestar su descontento en Brasil, antes del inicio del Mundial de fútbol, el próximo 12 de junio.
La presidenta, que busca la reelección, confiesa que los dirigentes de la FIFA son “una carga”
A menos de un mes del inicio del Mundial de Brasil, los indignados han vuelto a las calles. No es que las hubieran dejado tras el estallido social del año pasado durante la Copa Confederaciones, pero ahora las organizaciones de izquierda vuelven a calentar motores para sumar adherentes en todo el país con vistas a la inauguración de la copa el 12 de junio.
“Copa sem povo, tô na rua de novo” (Copa sin pueblo, estoy en la calle de nuevo). Fue la consigna de las organizaciones que el jueves convocaron manifestaciones en todo el país. Curiosamente, era 15M y fue bautizado como el “día internacional de la lucha contra la Copa del Mundo”.
La convocatoria no reunió a tanta gente como el año pasado, pero la violencia de los disturbios posteriores fue equiparable, especialmente en São Paulo y Río de Janeiro, aunque la mayoría de manifestantes se comportó pacíficamente. En la capital paulista, las protestas comenzaron de buena mañana por una convocatoria de los Trabajadores Sin Techo.
No obstante, los medios brasileños siguen asociando las esce- nas violentas al movimiento anarquista Black Bloc. En la marcha de São Paulo –sede del partido inaugural entre Brasil y Croacia– hubo cuatro heridos y la policía detuvo a 20 supuestos integrantes de este colectivo.
Sin embargo, los altercados más graves ocurrieron en Recife –una de las doce ciudades sede–, aunque sin relación directa con el fútbol. La turística localidad vivió 24 horas de caos y saqueos por una huelga policial y de bom- beros. Hubo 234 detenidos.
A la misma hora en que se producían los disturbios del jueves, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, garantizaba a un grupo de periodistas deportivos que el mundial se desarrollará con to- das las medidas de seguridad. “Nadie tocará a las delegaciones”, indicó Rousseff. “La seguridad será total”, subrayó.
La mandataria, que en octubre buscará su reelección, confesó a los periodistas, a los que invitó a cenar en su residencia de Brasilia, que los dirigentes de la FIFA son “una carga” para ella. Rousseff se refería al presidente del organismo futbolístico, Joseph Blatter, y a su secretario general, Jerome Valcke, que están en boca de los indignados durante las protestas, donde abundan los lemas y gritos contra la FIFA.
Blatter respondió a Rousseff, aunque indirectamente, y en una entrevista televisiva responsabilizó al expresidente brasileño Lula da Silva de la indignación de los brasileños por haber hecho “muchas promesas” que no se han cumplido.
Por otra parte, una sorprendente encuesta de Unicarioca elaborada este mes revela que sólo el 55% de los brasileños apoyará a su selección durante el Mundial.
Y, mientras tanto, en las protestas del jueves algunos manifestantes portaban carteles como este: “Tourists. Don’t come to the World Cup. Danger country” (Turistas. No vengan a la Copa del Mundo. País peligroso).