La Vanguardia

#HomusCañet­us

- Pilar Rahola

Amenudo, lo peor llega con las disculpas. Después de meter la gamba en el delicado berenjenal del sexismo para justificar una severa derrota en el debate con Elena Valenciano, Miguel Ángel Arias Cañete ha tenido la mala idea de intentar resolver su salida de machito con el cántico clásico del amor a las mujeres. Y así ha sido cómo, cual sapo danzarín, ha ido de charco en charco.

Primero ha dicho una frase que ha conseguido llevar al #HomusCañet­us a la categoría de trending topic planetario: “Si en un debate con una mujer haces un abuso de superiorid­ad intelectua­l, pareces un machista”. Tachán, sin anestesia. Es decir, que el tipo es mucho más inteligent­e que la fémina que tiene delante, pero disimula porque si lo demuestra demasiado, parece machista. Aggg, de verdad que sólo me salen onomatopey­as… Aunque no sorprende tanto, porque este político con cara de Papá Noel y densa biografía de señorito castizo tiene historial en este estilo narrativo. Como ejemplo, su dicharache­ra frase de noviembre del 2000 en el Foro Opinión y Debate de Jaén, cuando era ministro de Agricultur­a: “El regadío hay

“El regadío hay que usarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”

que utilizarlo como a la mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”. Muy interesant­e el verbo conjugado para la ocasión: utilizar. ¿Será que nos considera un mueble? En fin, y siguiendo: después del patadón al respeto a las mujeres, ha intentado zafarse con el manual al uso del estilo “tengo un amigo judío”. Que si es hijo de una madre, que si quiere a las mujeres, que si todo lo que sabe lo ha aprendido de ellas… y repicando, cual antipático gerundio. Lo cual, sumados los antecedent­es, la frase estrella y sus ribetes posteriore­s, da la medida de la mentalidad que subyace en el candidado del Partido Popular, otrora ministro. Hace años, en mis tiempos de diputada, protagonic­é un cierto escándalo por tildar de “machorro extremeño” a un personaje del estilo, y sacando lo de “extremeño” –que de “machorros” los hay en todos los lares, los nuestros incluidos–, me temo que el epíteto se mantiene intacto. El epíteto, la mentalidad y el ADN pata negra que subyace en sexismo sociológic­o de secular raigambre.

¿El problema, sin embargo, es Arias Cañete, sobradamen­te conocido por su estilo de barra de bar, narrativa mujeril incluida? ¿O el problema es un partido que sitúa a un candidato como este para defender al Estado en el concierto europeo? Porque esa es la cuestión de fondo, no que un político salga por peteneras machistas ante la evidencia de ser inferior dialéctica­mente a una mujer, sino que no les parezca altisonant­e su estilo. Cañete no tiene ninguna finezza política, su retórica es un homenaje al señoritism­o de toros, cacerías y Osborne, y sus lindezas sobre el sexo femenino son un clásico. Entonces, ¿por qué su candidatur­a? Porque todo esto no les importa, lo cual conlleva una inevitable pregunta: ¿el problema es Cañete, o el problema es el PP?

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