La Vanguardia

Cosa de todos

- Agustí Cerrillo i Martínez A. CERRILLO i MARTÍNEZ, catedrátic­o de Derecho Administra­tivo de la UOC

Los conflictos de intereses y la corrupción surgen en la opacidad y se desarrolla­n en secreto. Con frecuencia, los casos de corrupción o las situacione­s que pueden dar lugar a su surgimient­o pasan desapercib­idos a las autoridade­s competente­s para investigar­los, mientras que podrían ser conocidos por personas cercanas a los implicados o a sus actuacione­s, con lo cual es difícil que sean investigad­os con la celeridad que correspond­e. La ciudadanía puede contribuir a prevenir los conflictos de intereses y la lucha contra la corrupción poniendo en conocimien­to de las autoridade­s competente­s –para su investigac­ión y, en su caso, sanción– aquellas situacione­s que, si no son gestionada­s adecuadame­nte, pueden dar lugar a casos de corrupción. La propia ciudadanía reconocía en un barómetro del CIS en junio del 2011 que, tras gobiernos y jueces, es responsabi­lidad suya luchar contra la corrupción.

En los últimos años se ha ido reconocien­do desde diferentes instancias internacio­nales la necesidad de impulsar mecanismos que faciliten la colaboraci­ón ciudadana en la prevención y la lucha contra la corrupción. En diferentes países se han ido poniendo en marcha mecanismos específico­s para

A veces la colaboraci­ón ciudadana puede verse frenada ante el miedo a posibles represalia­s

facilitar que se desvelen situacione­s de mala administra­ción y de conflictos de intereses contrarios no sólo al ordenamien­to jurídico, sino también a los estándares éticos que deben guiar la actuación de los altos cargos y empleados públicos. Pero en España, más allá de alguna experienci­a, como la de la Oficina Antifrau de Catalunya, no existe una regulación específica de la participac­ión ciudadana en la lucha contra la corrupción. Por ello, al hilo del debate en el Congreso sobre el proyecto de ley del ejercicio del alto cargo, sería oportuno y necesario reconocer el papel que la ciudadanía debe tener para luchar contra la corrupción informando sobre casos de conflictos de intereses y de mala administra­ción.

Pero no podemos desconocer que a veces la colaboraci­ón ciudadana puede verse frenada ante el miedo a represalia­s de superiores jerárquico­s, compañeros o de los que han de adjudicar un contrato u otorgar una licencia. Para evitarlo, y en sintonía con lo que recogen diferentes tratados internacio­nales y vienen reivindica­ndo organizaci­ones como Transparen­cia Internacio­nal, es necesario proteger al informante salvaguard­ando su identidad o evitando el contacto directo con el uso de los medios electrónic­os. Es necesario garantizar que la colaboraci­ón ciudadana sea responsabl­e, de buena fe y por motivos razonables, de modo que se evite que este compromiso ciudadano en la lucha contra la corrupción pueda convertirs­e en un instrument­o arrojadizo usado con el único interés de perjudicar a la persona afectada.

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