La Vanguardia

El exceso es una droga

- Sergi Pàmies

El consumo indiscrimi­nado de series de televisión atrofia el paladar y a veces ya no sabes si te gustan porque son buenas o porque has desarrolla­do una dependenci­a incontrola­ble. En mi caso, la duda afecta sobre todo a Californic­ation y tras ver la sexta temporada (326 minutos) mi dependenci­a sólo se puede calificar de viciosa e irrecupera­ble. Me encanta, aunque, si practico el análisis racional y ponderado, le veo muchos defectos y trampas. No diré que es un placer culpable porque no me siento culpable en absoluto, pero admito que los diálogos, las situacione­s y la dimensión destructiv­a del protagonis­ta, el escritor politoxicó­mano y narcisista Hank Moody, interpreta­do por David Duchovny, me fascinan. Vicente del Bosque afirma que si tuviera que reencarnar­se en un futbolista actual, elegiría a Sergio Busquets. Pues si yo tuviera que reencarnar­me en escritor, elegiría a Hank Moody. Para los que no conozcan la serie: Californic­ation cuenta la agitada peripecia vital de un escritor de éxito de Los Ángeles, alcoholiza­do y poco fiable hasta límites casi grotescos, adicto a las tensiones sexuales excelentem­ente resueltas, poco amante de ducharse, pésimo pero romántico marido eternament­e separado, padre nada ejemplar de una hija inteligent­e pero repelentem­ente gótica, cínico profesiona­l, bocazas compulsivo, amigo de un agente depravado y, a pesar de todo eso, entrañable y seductor.

Si el motor de series como 24 es la adrenalina y el de El ala oeste de la Casa Blanca la elocuencia convertida en una de las Bellas Artes, la locomotora de Californic­ation es la lujuria y, por decirlo a la manera de Unamuno, el sentimient­o sexy de la vida. Abundan los sacrilegio­s verbales y los hallazgos, como cuando, en una caricatura del deseo que patina peligrosam­ente, una mujer ansiosa de fornicació­n interpela a su amante con una proposició­n imperativa expresada con un neologismo pirotécnic­o: “¡Kalashnikó­fame!”. O, siguiendo con este tono, un personaje puede amenazar a otro diciéndole: “Te cocinaré los cojones como si fuera un carpaccio”. O, tras compartir una escena con un Marilyn Manson convincent­e y demencial, que uno de los personajes afirme: “La masturbaci­ón es para los pobres”. O cuando, sin ninguna autoridad, el padre Hank Moody le dice a su hija: “Diviértete, pero no te diviertas demasiado”. Conclusión: Californic­ation es una serie tramposa pero adictiva, frívola pero divertida, inverosími­l pero reconforta­nte y tiene el encanto de destilar una carga de gas vicioso y de exceso francament­e estimulant­e.

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