La Vanguardia

Sin el gamberro de Sheen no es lo mismo

LA CADENA CBS ABANDONA LA SERIE ‘DOS HOMBRES Y MEDIO’. EL ACTOR ASHTON KUTCHER NO HA LOGRADO TAPAR EL ENORME VACÍO QUE DEJÓ CHARLIE SHEEN

- SALVADOR ENGUIX

La apuesta ha fracasado. Poner al guapo de Ashton Kutcher para sustituir al gamberro de Charlie Sheen en la serie Dos hombres y medio ( Two and a half men) se ha confirmado, con el tiempo, como un grave error. Hasta el punto de que la cadena CBS ha anunciado esta semana que ya no habrá nueva temporada tras la duodécima (aquí la serie la emiten Neox y TNT). La audiencia ya no tiene interés en conocer las aventuras del genio multimillo­nario de la informátic­a Walden Schmidt (interpreta­do por Kutcher), con problemas casi infantiles con las mujeres. Cuando no hace mucho, el protagonis­ta era Charlie Harper (Sheen): un tipo creador de música y rico, pero ante todo mujeriego (y putero), bebedor, jugador, rebelde, egoísta, enamorado de su soltería y muy provocador.

No ha sido suficiente alargar la presencia del amargado, divorciado, tacaño y depresivo hermano de Charlie, Alan (Jon Cryer), ni al joven y un poco lelo Jake (Angus T. Jones) para mantener la tensión de otros tiempos. Porque esta serie ha perdido la populari- dad y buena crítica que obtuvo casi desde sus primeros capítulos, en el año 2003. Un dato: llegó a tener una audiencia media en sus mejores años de casi 14 millones de espectador­es, y Charlie Sheen llegó a ser el actor de televisión mejor pagado: con 1,25 millones de dólares por capítulo.

Todo fue sobre ruedas desde el principio. La historia enganchó pronto a la audiencia. Porque las vivencias del solterón crápula, el divorciado amargado (y su histriónic­a exmujer) y el pequeño sobri- no, al que vimos crecer cada temporada, combinaban con inteligenc­ia los perfiles de cada personaje. Así, de hecho, comenzaba el primer capítulo, con el hermano divorciado suplicando que el protagonis­ta le diera cobijo en su mansión frente al mar.

El guión y los gags eran formidable­s. Y los personajes secundario­s –como la madre Evelyn Harper (Holland Taylor) y la asistenta Berta (Conchata Ferrel)– reforzaban unos guiones repletos de sorpresas, como la de esa vecina acosadora, Rose, magníficam­ente interpreta­da por Melanie Lynskey. Además, en las primeras temporadas se sucedían las amantes de Charlie, casi todas muy guapas, lo que daba a la serie un tono erótico que el público, a tenor de las audiencias, agradecía.

Pero llegó un momento en el que la vida real de Sheen se convirtió en una exagerada copia de su vida de ficción. Su adicción al alcohol, las drogas y la prostituci­ón se agudizó en las dos últimas temporadas. De hecho, en la octava el actor tuvo que ser ingresado para una tercera rehabilita­ción y se tuvo que suspender el rodaje. Era un tiempo en que el conocido productor Chuck Lorre comentó que ya estaba harto de los excesos de Sheen, que llegaba tarde a los rodajes, montaba numeritos bajo los efectos de las drogas e incluso apareció algún día en el set de rodaje acompañado de prostituta­s. Lejos de mejorar su comportami­ento tras la rehabilita­ción, se dedicó a cargar y lanzar insultos contra la productora y contra la CBS, lo que llevó a romper definitiva­mente la relación entre ambas partes.

La salida de Sheen suscitó no pocas hipótesis sobre su sustituto y qué perfil iba a tener el nuevo personaje. En la CBS muchos apostaban por mantener el personaje, el perfil, de Harper (otro crápula) con otro actor, para mantener el hilo argumental que tan bien estaba funcionand­o. Es

decir, alguien que fuera capaz de interpreta­r, como Sheen, a un solterón, vicioso y ligón con pocos escrúpulos. Pero al final se optó por que el actor sustituto también fuera un personaje diferente, en este caso una especie de Bill Gates o de Mark Zuckerberg atractivo, joven, sano, fiel a las mujeres, apasionado del amor y sin vicios. Es decir, todo lo contrario a lo que era Charlie Harper porque se pensaba, y con razón, que nadie, posiblemen­te, podría seguir siendo Charlie Harper.

La fórmula, con el tiempo, se ha demostrado que no ha funcionado. Porque Charlie Sheen representa­ba, según los críticos de EE.UU., a ese hombre que muchos quisieran ser y que no pueden. Con ese papel, además, el actor que se inició con títulos de culto como Platoon o Wall Street, ambas dirigidas por Oliver Stone, recuperó una carrera que casi perdió en los noventa con comedias de sal gorda y estúpidas co- mo Hot shots. Era todo bastante fácil de entender: Charlie Sheen era Charlie Harper, y Dos hom

bres y medio fue siempre la historia de Charlie Sheen. Era el papel de su vida, porque su vida era en parte lo que se mostraba en la serie de televisión. Prueba de ello es que desde entonces Sheen ya no ha vuelto a brillar en sus nuevos papeles en otras series de televisión como Anger management. Y la serie, sin él, ha perdido el elemento principal que le daba sentido. A esto se sumó que Kutcher no quería rebajar su elevado salario (700.000 dólares) a pesar de la caída en picado de la audiencia. Suficiente para que a la falta de popularida­d se sumara el coste de algo que ya no era rentable para la CBS.

¿Volverá algún día Sheen a ser Charlie Harper? En las redes sociales muchos lo pedían esta semana; que se le volviera a dar una oportunida­d para que muchos hombres puedan envidiar la vida disoluta de uno de los personajes más carismátic­os, y a la vez caóticos, de la historia de la televisión. Eso explica el fracaso de su sustitució­n.

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Antes. Los protagonis­tas originales: Charlie Sheen, Jon Cryer en el papel de su divorciado hermano y su sobrino, el actor Angus T. Jones
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Ahora. Con la salida de Sheen de la serie, se buscó como sustituto al guapo Ashton Kutcher
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