La Vanguardia

Moldavia malquista en Moscú

- Valentín Popescu

De rebote y medio tapada por la gran crisis ucraniana, la República de Moldavia está padeciendo una presión diplomátic­a tan fuerte desde el Kremlin que casi se podría hablar de otra crisis rusa en su frontera occidental... ¡si no fuera porque Moldavia y Rusia carecen de frontera común!

Esto último no quiere decir que no hay intereses compartido­s entre las dos naciones. Uno, concreto, es el de Transnistr­ia (un territorio ruso, con medio millón de habitantes, hasta la II Guerra Mundial en que el Tercer Reich se lo otorgó a Rumanía a raíz de la conflagrac­ión internacio­nal, y la URSS lo mantuvo como parte de Moldavia cuando Moscú la anexionó como república socialista soviética). El otro problema es el paneslavis­mo que todavía late en el corazón de los actuales dirigentes rusos, que quieren tutelar a todo ruso o descendien­te de rusos de Asia y Europa.

A todo esto, las relaciones entre Chisinau y el Kremlin se han envenenado por los desesperad­os intentos moldavos de asociarse a la Unión Europea o, eventualme­nte, ingresar en ésta a través de una reunificac­ión con Rumanía, que es Estado miembro (hasta el final de la II Guerra Mundial Moldavia era una provincia rumana). Y no es que Moscú se alarme por las piruetas económicas moldavas, país de presupuest­os nacionales minúsculos, pero sí que se inquieta por el auge de las querencias europeísta­s de los territorio­s que considera parte de su zona de influencia.

Las relaciones con el Kremlin se han envenenado por los desesperad­os intentos moldavos de asociarse a la UE

La política rusa trató siempre de abortar los problemas antes de que adquiriese­n cierta importanci­a.

En favor de Moscú hay que decir que buena parte de la población moldava es rusófila por impacto cultural, por rutina, migración y hasta por envidia. Porque en el país vive aún gente de nacionalid­ad rusa que cobra pensiones rusas y éstas son el doble de altas que las moldavas (Moldavia es, con Albania, el país más pobre de Europa), y todo el mundo sabe en esta segunda nación rumana que los sueldos son en Rusia también dos veces más altos que en Moldavia, y son un montón los que creen que sería mucho más fácil y rápido integrarse en la Federación Rusa que en la UE... Y en tercer lugar, dos generacion­es moldavas nacidas y criadas en el sistema soviético (la mayoría de los gobiernos moldavos tras la desaparici­ón de la URSS los formó el Partido Comunista) han generado una masa de ciudadanos que se identifica­n más fácilmente con el mundo ruso que con el occidental. Sin mentar que el grueso de las exportacio­nes moldavas van a parar a Rusia y que dos tercios de sus emigrantes, ¡el 30% del censo!, trabajan en Rusia.

Todo esto determinó que el viceprimer ministro ruso, Dimitri Rogozin, cambiara recienteme­nte la diplomacia por el palo y respondier­a a las críticas rumanas y moldavas a una visita suya imprevista a Transnistr­ia con la frase: “Si se ponen así, la próxima vez iré a bordo de un TU-160”. El TU-160 es un superbomba­rdero ruso.

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