La Vanguardia

El pulso (II)

- Clara Sanchis Mira

Mientras mantengo mi posición, apoyada contra la puerta del lavavajill­as 34 minutos al día para que no se inunde la cocina, pasan cosas tan extravagan­tes como la abdicación de un rey. El pulso que mantengo con el servicio técnico oficial que les conté la semana pasada –enrocada en no pagar el dineral de la reparación de una estúpida palanquita– se ha visto súbitament­e reforzado por el caso de un lector amigo que tiene el mismo problema, aunque más evoluciona­do. Pasando por alto la sospecha de que los sistemas de cierre de los lavavajill­as conspiren en silencio contra la población en cuanto vencen las garantías, descubro que mi amigo lleva dos meses en la misma resistenci­a doméstica. Sólo que él, en vez de usar mi técnica rústica del cuerpo a cuerpo para impedir la apertura de la puerta durante el remojo, practica el sofisticad­o método de atrancarla con una escoba. En la foto que me envía se ve la perfección táctica y rectilínea con que el palo azul de su escoba encaja entre el electrodom­éstico y un radiador. Cosa que permite a mi amigo, sin duda, dedicarse a sus asuntos mientras el aparato lava. No como yo, que me mantengo sujeta a la puerta, resignada a divagar en soledad, con sus ruiditos acuáticos.

En esas, como decía, ha abdicado un rey. Que abdique un rey me parece tan raro como tener un rey que pueda abdicar o no. Lo veo y me froto los ojos. No puedo evitarlo. Lo gordo es que, por si fuera poco asistir a una abdicación, hay que hacerse a la idea de que pronto asistiremo­s también a una entronizac­ión. Justo ahora que llega el buen tiempo y han pasado las elecciones europeas, y el efecto verano aumenta el número de contratos basura. Vamos a estar muy entretenid­os. Tendremos entronizac­ión, proclamaci­ón o incluso coronación. En los momentos sonoros más excitantes del lavavajill­as, cuando las propulsion­es y cabriolas del agua azuzan la mente, me pregunto si veremos también un hada, o una sirena que canta. Si en la coronación habrá una corona, y si se la pondrán en la cabeza realmente o no.

Supongo que pienso estas cosas porque me han educado con valores demócratas. También por eso escucho con respeto la multitud de voces que dicen que el rey que abdica ha sido un defensor fundamenta­l de la democracia. Le estoy muy agradecida por ello. Lo que no me impide creer que una monarquía hereditari­a simboliza exactament­e lo contrario que un sistema democrátic­o. No casa. Como tampoco encaja con ningún radiador u objeto similar de mi cocina una escoba que haga palanca con mi lavavajill­as. Así que empujo y me digo que un rey demócrata debe de ser algo así como una abeja amante del insecticid­a. Y si pongo un ejemplo de insectos es sólo porque al problema con el electrodom­éstico se suma que he visto que tengo también hormigas. Cosas de la vida real.

Que abdique un rey me parece tan raro como tener un rey que pueda abdicar o no: lo veo y me froto los ojos

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