El ‘ou de reig’
El afecto a las setas, a lo largo de la historia, ha determinado la formación de dos bandos mansamente enfrentados: los pueblos que se sienten fascinados por ellas y los pueblos que las rehúyen e ignoran. Así, a diferencia de otras culturas, la presencia de setas es muy profusa en la cocina catalana. La pasión por las setas aporta a la cocina de nuestro país el aromático cosquilleo de la seducción, seducción no sólo para cocinarlas y comer- las, sino también para cazarlas.
Consideramos la oronja – l’ou de reig– la prima donna irrebatible de nuestros bosques; es la seta por excelencia. Pocas veces algo tan primario alcanza un matiz tan acentuado de delicadeza. Aparece ya en verano y su presencia entre bosques de robles y alcornoques se prolonga hasta finales de otoño. Muy frágil, es aconsejable consumirla recién cogida. Es cuando resulta mejor.
La oronja no precisa enredo ni artificio. Tenuemente pasada por la sartén y acabada al horno con sal gruesa y aceite, o bien simplemente cruda, en ensalada, cortada a finas láminas y salpimentada y aliñada con buen aceite, no tiene parangón. Su gusto y perfume es impar.
Confundirse en la frondosidad de nuestro bosque –el mágico delirio que provoca dar con una pléyade de setas– transforma el desamparo del cazador solitario en la más terrenal de las soledades. Es la pasión que provocan las setas y, entre ellas, esta auténtica vedette que es la oronja, la seta de los emperadores.