La palabra como arma política
Una investigación concluye que el uso del lenguaje que hacen los políticos en los medios favorece la desafección de los ciudadanos
Los mensajes realmente políticos pierden importancia y se ven desplazados por el protagonismo de los sujetos emisores, que se mueven entre al autoelogio y el ataque al oponente. Lo afirma la obra Unos políticos del lenguaje (Anthropos), de la catedrática de lingüística Beatriz Gallardo. Una investigación que plantea el uso político del lenguaje a partir del análisis de los argumentarios del PP y del PSOE entre el 2008 y el 2013; considerando que estos son textos “sin autor” y por lo tanto pueden considerarse representativos de algo así como “la voz de los partidos”. La investigación analiza también hasta qué punto ese discurso, y su ampliación mediática, incide en la desafección política de los ciudadanos hacia los grandes partidos.
Beatriz Gallardo concluye que los políticos suelen usar las palabras “de manera ambigua”, cuando no intencionadamente equívoca, para que cada receptor “pueda acomodarlas a su interpretación preferida”. Y que la discusión sobre el bien común se diluye “porque enmascara siempre ese protagonismo de los hablantes, es decir, de los propios políticos”. En este sentido, el discurso de los partidos se mueve entre la necesidad de
El trabajo analiza los mensajes que el PP y el PSOE lanzaron al público entre los años 2008 y 2013
construir un mensaje único opuesto al de los demás partidos y la incorporación de las muchas voces de sus miembros.
La autora pone especial énfasis en cómo el discurso político, incluyendo ahí muy especialmente su reflejo en los medios de comunicación, fomenta el uso de las narraciones, convirtiendo en historias (o directamente en cuentos) las informaciones de naturaleza política. “Esto supone simplificaciones y reduccionismos”, señala. Otro aspecto esencial destacado en esta investigación es cómo los mensajes partidistas incorpo- ran elementos del discurso del partido opositor, “no para debatir o plantear alternativas, sino sólo para afianzar la crítica contra el oponente”.
Respecto a las diferencias entre los mensajes de los partidos analizados, la autora señala que el PP muestra más cuidado retórico, más elaboración persuasiva, pero sus argumentarios apenas hablan de las políticas o la realidad. “Concentran su discurso en hablar del juego político, ya sea dentro del partido o entre los partidos. No importa lo que digan los políticos, sino que sean ‘los míos’; la identificación emocional es lo más importante, y apenas importa si se dice una cosa o su contraria”. Respecto al PSOE, afirma que este partido, en el periodo analizado, muestra un discurso muy dependiente del discurso del PP, llegando a reproducir fragmentos del argumentario popular. “O entra en desmentidos explícitos que desde el punto de vista comunicativo sólo logran ampliar el mensaje contrario”.