El riesgo de vivir
Una educadora de una escuela de primera infancia me explicaba que un día, un niño de dos años y medio al que le ponía límites por demasiado alborotador, él, con una gran seriedad, le preguntó: “¿Tú me quieres?”. La gran pregunta del vivir. Porque vivir significa relacionarse los unos con los otros, y cuando por primera vez uno se dirige a una persona desconocida no sabe si la aceptará o no, si serán amigos o no, si será fiable o no. Y esta incertidumbre nos acompaña de por vida, pues incluso con las personas ya conocidas surgen cambios de actitud por malentendidos o diferencias que los años acentúan. Nunca hay certezas, quizá el compañero del trayecto vital sea un “¿quién sabe?”. Y si no se quieren buscar certezas perfectas, tal vez ese quién sabe nos abra espacios de libertad.
Claro que las personas queremos seguridades afectivas y que además duren, pero ello no está a nuestro alcance, porque ni siquiera nuestros afectos duran tanto como querríamos. La vida cambia y nosotros también y no es preciso hacerse reproches de poder haberlo hecho mejor, quizá sí, pero lo más probable es que no, en aquellas mismas circunstancias. No se sabe. Ya no me refiero a la mala gente, que también la hay, sino a los que quieren vivir en paz y buena compañía, cercana o en la distancia, como se pueda. El riesgo de vivir comporta la audacia del intento una vez y otra sin darse por vencido porque las cosas no salen de la manera que uno piensa. Es una mano tendida a la incertidumbre y a la duda y creo que no hay otra cosa. Porque el resultado de la búsqueda de la certeza absoluta es una cárcel para uno mismo, con todos los resentimientos, como si la vida nos hubiera de garantizar todas las cosas. Y no va así, porque vivir es un riesgo constante en la búsqueda de lo que nos parece mejor en cada momento. Creo que fue Pavese quien dijo “trabajar cansa”, como una metáfora de la vida, que también cansa. Aunque recuerdo, cuando yo era pequeña, que en el campo se decía: “Los cansados son los que hacen el trabajo”, y pienso que también funcionaba como otra metáfora de la vida.
Es el riesgo de vivir. Pues eso.