La Vanguardia

Huir de Tailandia

Más de 220.000 trabajador­es ilegales camboyanos han huido de Tailandia en las dos últimas semanas

- ISIDRE AMBRÓS

Más de 220.000 trabajador­es camboyanos han huido de Tailandia en las dos últimas semanas ante el temor a una campaña de represión contra la mano de obra ilegal.

La junta militar que gobierna Tailandia desde que tomó el poder el 22 de mayo no gana para disgustos, que empañan la imagen del país. En las últimas dos semanas más de 220.000 trabajador­es ilegales camboyanos han cruzado la frontera de regreso a casa, ante el temor de una campaña de represión contra la mano de obra ilegal. Y el viernes EE.UU. deploró que Bangkok no haga suficiente­s esfuerzos para luchar contra el tráfico de personas y el trabajo forzoso, según el informe anual de departamen­to de Estado.

Poipet, principal puesto fronterizo entre Tailandia y Camboya, registra en lo que va de mes un aluvión interminab­le de camboyanos que regresan al país. Esta localidad de 90.000 habitantes y una decena de casinos ha visto sus calles inundadas de personas que llegan con lo puesto, con el único deseo de volver al hogar familiar.

“Tienen miedo. Es por esto que regresan a casa”, ha señalado Kor Sam Saroeut, gobernador de la provincia de Banteay Meanchey, a la que pertenece Poipet. Es una huida masiva causada por el rumor de que los militares iban a adoptar represalia­s contra los inmigrante­s ilegales. Una medida –la expulsión de mano de obra clandestin­a- bastante usual cuando la economía va mal, como es el caso de la tailandesa, que se contrajo en el último trimestre, debido a la crisis política de los últimos meses. Una operación desmentida por Bangkok, pero que no ha frenado la desbandada de los camboyanos.

La mayoría de ellos forman parte de los 800.000 obreros ilegales que el Ministerio de Trabajo tailandés estima que hay en el país, cuya población activa se eleva a más de 38 millones de personas. Muchos integran la mano de obra clandestin­a de la que se nutre la industria de la pesca y la construcci­ón. Un sector en el que un peón puede ganar unos 300 baths diarios (7 euros), lo que se considera un buen salario en Camboya, donde un obrero del textil cobra 100 dólares (75 euros) mensuales de salario.

Todos se fueron de Camboya, donde el 20% de la población vive con menos de 1 euro al día, en busca de un futuro mejor. Ahora, tras años de penalidade­s. regresan a los arrozales de la familia.

Los que peor lo pasaron –y lo pasan los que allí siguen– son los que trabajan en la industria pesquera, donde las jornadas labora- les son de 20 horas, siete días a la semana. Un sector donde la escasez de mano de obra, la corrupción y la falta de implicació­n de las autoridade­s convierte este trabajo mal remunerado en una tarea de riesgo.

Una coyuntura que permite prácticas abusivas y violentas, por parte de los operadores de la industria pesquera, según denunció la Environmen­tal Justice Foundation (EJF) en su informe de marzo. Los mismos argumentos que ahora ha esgrimido el departamen­to de Estado de EE.UU. para acusar a Tailandia de fracasar en su lucha contra la trata de personas y el trabajo forzoso.

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TANG CHHIN SOTHY / AFP Un camión militar recoge a los emigrantes camboyanos que cruzan la frontera en Poipet

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