La Vanguardia

La caída del PSC

En tres años, el PSC ha pasado del estable aburrimien­to de Montilla a vivir la crisis permanente

- IÑAKI ELLAKURÍA

En sólo tres años, el PSC ha pasado del estable aburrimien­to que despertaba el que fue presidente de la Generalita­t José Montilla a vivir una gravísima crisis permanente.

La estabilida­d fue la seña de identidad del PSC de José Montilla. Todo era previsible y el socialismo catalán se acostumbró, con la excepción del verso libre maragallia­no, a una manera de hacer fría, burocrátic­a, hermética, pero efectiva. Un aburrimien­to estable con el que amasó el mayor poder institucio­nal de su historia. Este relato de éxito, que empezó a mostrar signos de agotamient­o a partir del segundo tripartito, se vino abajo en las elecciones catalanas del 2010 y, sobre todo, en las municipale­s del 2011, cuando sufrió una sangría de votos y perdió su tradiciona­l bastión: Barcelona. Este descalabro sacudió la estructura del PSC de arriba a bajo. Llegó el tiempo de las luchas internas, agravadas tras cada batacazo electoral. Un laberinto de autodestru­cción que se ha llevado por delante a Pere Navarro y del que espera salir en el congreso del 20 julio, con la elección previa de Miquel Iceta como primer secretario del partido.

Auge y caída de Navarro.

Alcalde de Terrassa, donde se sentía seguro en una la política municipal alejada del foco mediático, es el elegido en diciembre de 2011 por la vieja guardia socialista –su gran valedor, José Zaragoza– para abordar la incierta etapa del posmontill­ismo. El aparato socialista desea una renovación controlada. Navarro acepta casi por obligación, por lealtad a unas siglas en las que milita desde 1976. Presentado como el líder del “dialogo y el consenso”, promete un “nou PSC” más abierto y conectado con las inquietude­s de la calle. Un discurso que le permite imponerse en el congreso con relativa comodidad ante un sector crítico que muestra tanto su poder mediático como su debilidad orgánica: apenas agrupa el 20% de los votos. Proclamado ya primer secretario, Navarro diseña una ejecutiva de integració­n y da voto y plataforma mediática a los sectores críticos. Un gesto que le acabará pasando factura. El idilio es efímero. Los problemas internos no tardan en estallar y tras la manifestac­ión de la Diada de 2012, el derecho a decidir y la presión sobre el PSC para que se suba al vagón soberanist­a empieza a descoser al partido. Navarro ve cuestionad­o su liderazgo interna y externamen­te, con feroces críticas mediáticas que entran sin reparos en el terreno personal. Un deterioro al que contribuye también que dos de sus hombres de confianza, el alcalde de Sabadell, Manuel Bustos, y Daniel Fernández, secretario de Organizaci­ón, salgan del tablero al ser imputados en el caso Mercurio. Tampoco ayudan algunas apuestas estratégic­os de Navarro, vistas como improvisac­iones u ocurrencia­s. La más sonada fue su petición de abdicación del Rey minutos antes que Rubalcaba tomara la palabra en el debate sobre el estado del Nación. Cada vez más aislado, logra sin embargo resistir a sus malos resultados en las elecciones catalanas del 2012, y se apunta varios tantos a su favor: convence al PSOE para que asuma el proyecto federalist­a e introduce las primarias como un cambio radical en la cultura interna del partido. Retrasa así su ocaso político. Hasta las elecciones europeas...

La Operación Parlon.

Caras demudadas, miradas al suelo, sonrisas nerviosas. La sede del PSC en la noche del 25-M es pura taquicardi­a. Suenan las alarmas. Los comicios europeos notifican lo que todo el mundo ya sospechaba: el declive electoral del PSC avanza imparable. Los alcaldes, verdadero poder fáctico del partido, empiezan a ver peligrar sus aspiracion­es para las municipale­s del 2015. El otrora sólido e impermeabl­e aparato del PSC se res- quebraja y el “así no podemos seguir” se convierte en la letanía que alimenta las conspiraci­ones. En la ejecutiva del día después se registran los primeros fuegos cruzados. Destacados dirigentes como Jaume Collboni y Francesc Vallès alzan la voz para pedir un cambio de rumbo. Es la primera señal de que algo se mueve. Navarro y su núcleo duro intentan poner en marcha una renovación de la cúpula para evitar un congreso extraordin­ario. Crece la presión sobre Navarro después de que Rubalcaba convoque para julio el congreso del PSOE. Un sector de la dirección del PSC –Josep Mayoral, Collboni, Juli Fernández, Núria Marín, Vallès, Antonio Poveda, Xavier Sabaté, Josep Félix Ballestero­s– tensa la cuerda para derribarlo. Su apuesta es presentar a Núria Parlon, joven alcaldesa de Santa Coloma, fiel a la cúpula socialista pero con buena relación con los sectores críticos, como candidata de consenso. Estas maniobras alertan al resto de dirigentes socialista­s, que prefieren que sea Navarro el que renueve la dirección y pilote el partido hasta las municipale­s del 2015. El desencuent­ro entre capitanes es feroz, con reproches y acusacione­s de “golpe de Estado”. Navarro por primera vez se plantea dimitir. Una decisión que no tardará en llegar. El líder de Avancem, Joan Ignasi Elena, avisa con irse del PSC si él continúa. Esta amenaza la utilizan tres líderes municipale­s para abordar por sorpresa al debilitado líder del PSC. Le exigen que convoque un congreso extraordin­ario o. de lo contrario la formación “saltará por los aires”. Navarro se derrumba, harto de “deslealtad­es” y anuncia que lo deja. El nombre de Parlon ya está en boca de todos. Las comidas y cenas en reservados para preparar la toma de control del partido se suceden. En esos postreros encuentros, antes del consejo nacional del 15 de junio, que ha de certificar la defunción de la etapa Navarro, Parlon escucha consejos, explica sus planes, pero sigue dudando sobre la autonomía de la que gozará para dirigir y cambiar al PSC. Pide prudencia. Pocos parecen escucharla, convencido­s de que dará el paso. De ahí que su anuncio el domingo por la mañana, cuando Navarro arranca el discurso de des- pedida, de que no optará a liderar al PSC, coloca al PSC en estado de shock.

La irrupción de Iceta.

En la planta tercera de la sede del PSC empiezan a sonar los móviles con mensajes avisando del portazo de Parlon. De la incredulid­ad se pasa al nerviosism­o y el murmullo. Cuando lo que parecía atado y bien atado se desmorona, aparece Miquel Iceta, quien en el 2011 ya optó a liderar el PSC. En su intervenci­ón ante los consejeros nacionales se postula de nuevo a primer secretario: “Estoy al servicio del partido para lo que haga falta”. Esa misma noche, Iceta, Antonio Balmón y otros capitanes toman la iniciativa. La gran obsesión ahora es diseñar una estrategia colectiva que evite volver a hacer el ridículo. Veterano mando socialista, con silla en la dirección del PSC desde 1984, Iceta actúa con rapidez y se gana los simbólicos apoyos del alcalde de Lleida, Àngel Ros, Raimon Obiols, y el líder de Girona, Juli Fernández. Iceta garantiza estabilida­d para sortear con los menores daños posibles el otoño político, que se prevé caliente por el debate soberanist­a, y reforzar el partido de cara a las municipale­s. Después, asegura, convocará un congreso en verano del 2015 para que el PSC aborde la tan reclamada renovación. Iceta muestra un libro de viaje que pasa por mantener el rumbo del proyecto federalist­a, del que es uno de los sus padres intelectua­les, defender una consulta “legal y acordada” y continuar colaborand­o con el PSOE. Con esta estrategia y apoyos iniciales, Iceta se reúne el martes en un restaurant­e de Sant Joan Despí con algunos de los líderes municipale­s que estuvieron detrás de la operación Parlon. Allí están Collboni, Marín, Poveda, Ballestero­s, entre otros. Iceta respira tranquilo. Ya sabe que tiene el camino despejado.

Críticos y divididos.

Los sectores más catalanist­as del PSC fueron desde un principio una piedra en el zapato de Navarro que con el tiempo lograron hacer descarrila­r su proyecto. Su caballo de batalla ha sido y es situar al partido en el eje soberanist­a; su principal debilidad, la manifiesta incapacida­d para sumar y articular una alternativ­a sólida. Esta división entre las diferentes corrientes críticas –Avancem y Agrupament–, enfrascada­s desde hace meses en disputas por la estrategia a seguir, ha quedado aún más patente tras la caída de Navarro. Descolocad­o por el portazo del Parlon, Joan Ignasi Elena decide el miércoles abandonar el PSC para construir “una mayoría de izquierdas y catalanist­a”. El adiós del líder de Avancem, con la que amagaba desde hacía tiempo, podría haberse convertido en el detonante de la escisión del PSC. Sin embargo el resto de críticos rechaza su iniciativa y la tacha de “precipitad­a”. Le dejan solo y deciden dar tiempo a Iceta para que trate de evitar un divorcio que acabaría por sepultar al PSC.

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Navarro. El 25-M impone su renuncia
 ??  ?? Iceta. El candidato para volver a la estabilida­d
Iceta. El candidato para volver a la estabilida­d
 ??  ?? Elena. Los críticos, más divididos que nunca
Elena. Los críticos, más divididos que nunca
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Parlon. La apuesta de los alcaldes no cuajó

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