Los peones occidentales de la yihad
España es uno de los principales focos en Europa para de captación de combatientes musulmanes
Una suma de razones entre las que destaca la geopolítica, representada en parte por una extraordinaria ubicación como puente entre Europa y África y un sentimiento anímico e histórico que se traduce en una interpre-
Los activistas, aunque actúen solos, tienen detrás una estructura que los apoya y los hace héroes
tación muy deformada de lo que fue Al Ándalus, hacen de España un potentísimo foco europeo del proselitismo yihadista, de la exportación de combatientes a los conflictos islámicos y de refugio de los mismos en épocas de descanso y propaganda.
Este fenómeno absorbe el grueso de los esfuerzos de seguridad que durante años se dedicaron al terrorismo de ETA o Grapo. La vigilancia del Estado español ha detectado varias células de captación como la desarticulada hace apenas unas semana en Madrid y cuyos integrantes están en prisión y al mismo tiempo enciende todas las luces de alarma ante la detección de centenares de extremistas que repiten el perfil de los terroristas que han actuado en solitario en Toulouse, Bruselas o Boston.
La desarticulación en Madrid el lunes 16 de junio, de una célula de captación de yihadistas y de estructura extraordinariamente similar a la que cometió los atentados de 11-M de 2004, provocó que finalmente la prensa internacional llevara a primera página un hecho que La Vanguardia lleva años anunciando: el papel del territorio español en la génesis de la violencia de inspiración islámica que se exporta a todos los conflictos. Estos días, según informan fuentes de la lucha antiterrorista, estas redes envían combatientes al EIIS, tanto en Iraq como Siria.
España hace frente a esta situación con la ayuda de agentes secretos de países amigos de la UE que han convertido Barcelona en un nido de espías. La misión de estos agentes con licencia para infiltrarse y observar es descubrir las minorías extremistas que se camuflan hábilmente entre la comunidad musulmana.
Catalunya, Madrid y Ceuta y Melilla y en otra medida la zona levantina, Murcia y Rioja son centros de proselitismo extremista donde se capta y adoctrina a los peones occidentales de la yihad. Muchos van ahora a Iraq y Siria, pero otros han viajado a Afganistán o al Sahel para sumarse a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AMQI) que pretende convertir Argelia y Marruecos en repúblicas islámicas y utilizarlas de base para recuperar Al Ándalus.
Estos peones atentan sin aparente ayuda exterior. Es el caso, por ejemplo, de Nemmouche Mehdi, un delincuente francés, que el pasado 24 de mayo mató a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas. También actuó aparentemente solo Mohamed Merah, otro delincuente francés, que en marzo del 2012 salió a matar soldados franceses y niños judíos por las calles de Montauban y Toulouse. Siete personas murieron antes de que fuera acribillado en su apartamento, donde resistió 30 horas el sitio policial.
Michael Adebolajo y Michael Adebowale, los dos ingleses de origen nigeriano que en mayo del 2013 degollaron a un soldado británico en Londres, no salieron de la nada. Durante años frecuentaron los círculos extremistas y la policía los conocía porque los había detenido en varias manifestaciones. Los hermanos Tsarnaev, que en abril del 2013 atacaron la recta final de la maratón de Boston (tres muertos y 264 heridos), se habían radicalizado en Chechenia y Daguestán.
Todos ellos, de una manera u otra, forman parte un movimiento que, a través de organizaciones islámicas, les protege y los eleva –en sus webs y oraciones– a la categoría de héroes. Es decir, pasan de la nada a ser alguien y percibir que han hecho algo muy importante por la consecución del califato universal y la guerra santa.
Las cárceles europeas, como ha vuelto a demostrar el caso de Nemmouche Mehdi, son un importante foco para la captación y la formación ideológica de los futuros terroristas islámicos.