La Vanguardia

Los dirigentes socialdemó­cratas europeos apoyan a Juncker

Nueve países de la UE se unen para tratar de flexibiliz­ar la política de austeridad

- LLUÍS URÍA

Discutido duramente por algunos líderes conservado­res –con el primer ministro británico, David Cameron, a la cabeza–, el candidato oficial de la derecha a presidir la Comisión Europea, el luxemburgu­és Jean-Claude Juncker recibió ayer el respaldo de los dirigentes socialdemó­cratas de nueve países de la Unión Europea, quienes consideran que debe respetarse el espíritu de las pasadas elecciones al Parlamento de Estrasburg­o, en las que venció el Partido Popular Europeo (PPE). Ahora bien, en la balanza, los nueve líderes ponen también una flexibiliz­ación de la actual política de austeridad y una apuesta decidida por el fomento del crecimient­o y el empleo.

Los jefes de Estado o de Gobierno de Francia, François Hollande; Italia, Matteo Renzi, Austria, Werner Faymann; Bélgica, Elio di Rupio; Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt; Eslovaquia, Robert Fico; la República Checa, Bohuslav Sobotka; Rumanía, Victor Viorel Ponta, y Malta, Joseph Muscat, mantuviero­n una reunión informal en el Elíseo para abordar la crucial cumbre de Bruselas de los días 26 y 27, y proponer un frente común. Junto a ellos, estaban también los socialdemó­cratas alemanes Sigmar Gabriel, vicecancil­ler y ministro de Economía de Alemania, y Martin Schultz, presidente del grupo socialista en el Parlamento Europeo; así como el primer ministro francés, Manuel Valls. El encuentro vino a constituir la otra cara de la moneda de la cumbre informal que el día 10 reunió a los líderes británico, sueco y holandés en Suecia con la canciller alemana, Angela Merkel, a quien trataron de convencer de que retirara su apoyo a Juncker bajo la amenaza de una posible salida británica de la UE. Merkel se resistió, pero tampoco logró convencer a sus in- terlocutor­es de que renunciara­n a ejercer su rechazo en Bruselas.

“Nosotros respetamos el espíritu que presidió las elecciones europeas, esto es, que el partido que llegó en cabeza pueda proponer al candidato que fue presentado, en este caso Juncker”, declaró François Hollande a la salida de la reunión. El presidente francés dio a entender que los socialista­s y socialdemó­cratas europeos podrían apoyarle a cambio de obtener el puesto de presidente del Consejo Europeo, que ocupa el belga Herman Van Rompuy, quien está previsto que abandone el cargo el próximo mes de noviembre. Entre los nombres que suenan como posibles sustitutos están dos ex primeros mi- nistros: el italiano Enrico Letta y el francés Jean-Marc Ayrault. En la negociació­n están también en juego los puestos del alto representa­nte para la política exterior europea, que actualment­e ocupa la británica Catherine Ashton, y el del presidente del Parlamento Europeo, que en la legislatur­a pasada ocupó Martin Schulz.

Para ser designado presidente de la Comisión Europea, en sustitució­n de José Manuel Durão Barroso, Juncker debe conseguir el apoyo de la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno de los 28 países de la UE, así como el voto de al menos 376 europarlam­entarios. Una tarea ardua y difícil, habida cuenta de la beligeranc­ia británica –Merkel, poco proclive a reconocer al Parlamento Europeo un papel tan relevante, quiere evitar una ruptura con Lon-

El vicecancil­ler alemán Sigmar Gabriel apoya suavizar la contabiliz­ación del déficit

dres–, pero que tras el pronunciam­iento de ayer en París parece sin duda un poco más cerca.

Los nueve líderes europeos, respaldado­s –lo que no es baladí– por el vicecancil­ler alemán, pretenden asimismo plantear una inflexión en la política de austeridad a ultranza aplicada hasta ahora por Bruselas bajo la atenta vigilancia de Berlín. No se trata tanto de cuestionar la vigencia del pacto de Estabilida­d y de Crecimient­o –que fija un límite del 3% del PIB al déficit público y un 60% a la deuda–, como de aplicarlo con más flexibilid­ad, de forma que la consecució­n de sus objetivos sea más dilatada en el tiempo. La propuesta del italiano Renzi, apoyado por Hollande –“entre Italia y Francia compartimo­s los mismos objetivos de reorientac­ión”, dijo el presidente francés–, consiste en excluir de la contabiliz­ación del déficit el coste de determinad­as inversione­s. Este planteamie­nto es también compartido por Sigmar Gabriel, quien se pronunció días atrás en Toulouse por no contar en el déficit el coste de las reformas estructura­les. Pero en Berlín no todo el mundo piensa lo mismo.

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ETIENNE LAURENT / AFP El presidente Hollande, durante la reunión de la familia socialista europea en el palacio del Elíseo

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