Buitres, patria y fútbol
Argentina disputa el Mundial al mismo tiempo que regresa el fantasma de la suspensión de pagos
Patria o buitres”. La pintada está en plena avenida 9 de Julio, no muy lejos del Obelisco donde ayer algunos hinchas celebraron la pobre victoria mundialista ante Irán. El nacionalismo futbolístico se mezcla estos días con el económico. El primero es innato, pues los argentinos se creen predestinados a ganar el Mundial por la gracia divina, expresada por la mano de
Dios o por el mesías. En cambio, el nacionalismo económico está siendo agitado con fuerza por la presidenta Cristina Fernández, en un atolladero tras sufrir un duro revés ante la justicia estadounidense. Argentina está obligada a pagar a los denostados fondos buitres, lo que además de representar un misil al discurso kirchnerista supone la reaparición en la calle de la palabra más temida por los preocupados argentinos: default.
El viernes era festivo. Día de la Bandera, que cada 20 de junio conmemora el fallecimiento, en 1820, del creador de la enseña nacional, Manuel Belgrano. La presidenta no desaprovecha nunca una fiesta patria y menos lo iba a hacer cuando el imperialismo vuelve a ser el enemigo. Aunque Fernández rebajó su tono, sacó a sus seguidores a la calle.
“Lo de los fondos buitres es un tema complejo pero, cuando uno lo entiende, da bronca, porque voltean gobiernos, compran voluntades, hacen lo que ellos quieren”, dice Iván, un músico boliviano con una década en Argenti- na, mientras ayuda a un compañero a arreglar un tambor. Los sikus andinos y los bombos descansan en el suelo junto a la plaza Italia, a la espera de que la manifestación se ponga en marcha hacia la embajada de EE.UU. La organización Tupac Amaru ha movilizado en autocares a unas 2.000 personas, perfectamente uniformadas con chalecos que llevan la efigie del inca rebelde.
“Todas las deudas se tienen que pagar, pero no lo que están pidiendo los buitres, eso me parece injusto, es demasiado, el país tiene sus necesidades”, argumenta Iván, mientras otros manifestantes prueban los petardos que luego tirarán en la embajada.
“Argentina o fondos buitre”, reza el cartel con la convocatoria del “banderazo argentino, nacional y popular” de Tupac Amaru. Los concentrados son personas humildes de las villas del conurbano bonaerense que aprovechan la espera para comer el bocadillo que les da la organización. Pocos quieren hablar con el periodista. Eso de buitre les suena más a pájaro que a millonario estadounidense.
“Estoy bastante enojado; Argentina viene haciendo las cosas bien, creo que no soportan los acuerdos que Cristina (Fernán- dez) ha hecho con el FMI y el Banco Mundial”, explica Diego Solorzarno, maestro y uno de los delegados del grupo. No es exactamente así. Solorzano se refiere al cambio de actitud del gobierno hacia los mercados internacionales desde la gran devaluación del peso en enero pasado, que sinceró la situación económica y dejó en evidencia la recesión. La Argentina de aires nórdicos dibujada durante once años de kirchnerismo se empezaba a venir abajo y el país necesitaba volver al crédito internacional y al redil del anatemizado FMI. De ahí los recientes acuerdos con el Club de París y con Repsol por la expropiación de YPF.
“Creo que hay que pagar la deuda pero no a costa de la pobreza de los argentinos”, dice Solorzano. “Argentina es solvente hoy, tiene recursos, no es lo mismo que en el 2001, pero esta es una medida política ante lo que viene haciendo Cristina”, añade. A su lado, una vendedora ambulante ha extendido la manta para aprovechar la ocasión, pues la selección no juega hasta el día siguiente y hay que hacer caja con todos los productos albicelestes: desde el silbato, a un euro al cambio, hasta la peluca a cinco, o la vuvucela a dos. Pocos compran.
“No fue este gobierno el que adquirió esta deuda”, explica Darío González, otro delegado barrial con el discurso antiimperialista bien sabido. “Venimos acá a reafirmar que América es libre; el problema es liberación o dependencia”, agrega.
A la misma hora, Fernández pronuncia su discurso patrio en Rosario, que además de ser la ciu- dad del mejor jugador del mundo, es donde se hizó por primera vez la enseña argentina. Junto al Monumento a la Bandera y frente al río Paraná, Fernández se ve obligada a bajar el moño ante el juez neoyorquino Thomas Griesa, que en el 2012 sentenció que Argentina debía pagar al fondo buitre NML por valor total de sus bonos, unos mil millones de euros, prohibiendo al banco depositario a pagar a los acreedores que renegociaron la deuda tras la crisis del 2001, y la consiguiente suspensión de pagos.
Los inversores que aceptaron quitas en las reestructuraciones del 2005 y el 2010 constituyen el 92,4% del total y Argentina ha cumplido con ellos puntualmente. En cambio, los Kirchner siempre se negaron a pagar a los buitres, alegando que se aprovechan de países en crisis.
El lunes el Tribunal Supremo de EE.UU. avaló el fallo de Griesa y Fernández acusó al juez de “extorsión”. Evidentemente, a un juez de Nueva York no se le puede presionar como el kirchnerismo está acostumbrado a hacer con la justicia local, así que unas horas después Griesa levantó la medida cautelar que permitía a Argentina no pagar y dijo que el discurso de Fernández no le inspiraba “confianza”.
Por eso la mandataria cambió ayer de tono. “Queremos cumplir con el 100% de los acreedores”, dijo la presidenta, expresando por primera vez su intención de pagar a los buitres. “Sólo pedimos que nos generen condiciones de negociación justas”, añadió. “Patria sí, colonia no”, coreaban los militantes.
La situación de Argentina es delicada. El 30 de junio debe pagar 650 millones de euros por un plazo de la deuda reestructurada, pero no puede hacerlo legalmente si no paga al mismo tiempo a NML el 1% de la deuda total. Si no liquida ese día, se considerará que el país entra en suspensión de pagos; un default técnico porque en realidad tiene dinero. Pero si paga, incluyendo a NML, se arriesga a demandas tanto de los acreedores que reestructuraron como del 6% de fondos buitres restantes, que ya litigan. Se salvaría el default pero se adquiriría un riesgo mucho mayor.
El dilema se agrava políticamente teniendo en cuenta que pagar a los carroñeros equivale para el gobierno a perder una guerra. Los argentinos, polarizados y aún divididos entre kirchneristas y antikirchneristas, están preocupados. El fantasma del 2001 planea de nuevo, la recesión se nota y la inflación no afloja. Suerte que Messi salvó el partido contra Irán in extremis y que la patria futbolística sigue intacta.