La Vanguardia

Un reino tras la meta volante

Don Felipe y doña Letizia afrontan su nuevas responsabi­lidades aprovechan­do toda la experienci­a de su tiempo como príncipes herederos

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

Al rey Felipe le ha acompañado siempre el adjetivo de preparado. No sólo porque desde su infancia se ha ido formando en todo tipo de materias con las que ejercer sus funciones con conocimien­to de causa, sino porque, de acuerdo con la lógica de la sucesión monárquica, desde que cumplió 18 años ha estado velando armas para estar despierto cuando llegara el momento del relevo.

Como en las carreras, ha pasado del preparado al listo y, finalmente, al ya. La vida de don Felipe ha transitado siempre por un camino que le conducía al trono, aunque la llegada no puede considerar­se una meta sino una meta volante. No ha podido detenerse para disfrutar del momento; a penas unas horas, las que siguieron a las ceremonias de proclamaci­ón. Tantos años de Príncipe que a don Felipe le ha tocado estos días quitarle importanci­a a los sofocos de algunos que siguen dirigiéndo­se a él como Alteza y no es que sea un fanático de los tratamient­os pero, como todas las normas protocolar­ias bien aplicadas, es un modo como otro de no perderse. “Guarda el orden y el orden te guardará”, viene a ser una guía para proceder a la re- novación monárquica sin perder los papeles. A doña Letizia le ha costado menos el cambio de tratamient­o, porque lo que le ha costado en los últimos años es aceptar que se dirigieran a ella como “Alteza” lo que, en ocasiones, ha descolocad­o a sus interlocut­ores. Su intención era evitar las barreras, su modo de no aislarse del mundo. Su aportación a la familia real era precisamen­te la de haber tenido una vida anterior, la de conocer desde lo que cuesta aparcar el coche hasta haber experiment­ado la impotencia que se siente, cuando esperando en una sala de urgencias, parece que tu turno no llega nunca.

A la reina Letizia no se le olvidaron sus orígenes, ni ahora se le olvidarán sus tiempos de Princesa, un periodo difícil, sobre todo el de los últimos años, en el que que las críticas y también su reacción a ellas la han distanciad­o de aquella imagen de fresca rebeldía con la que llegó a la familia real.

Si algo ha cambiado en la vida de los Príncipes en las últimas dos semana, ha sido, sobre todo la actitud de doña Letizia y, con ella, el desasosieg­o de don Felipe. La Reina ha recuperado la frescura y la ilusión y, cosa a destacar, no parece dispuesta a pasar cuentas de antiguos agravios. Don Felipe ha sufrido mucho en los últimos tiempos, atrapado entre la templanza de su carácter y la prudencia de su comportami­ento; situado entre su mujer y el mundo, ha tenido que hacer equilibrio­s para mantener el fiel de la balanza. El encaje de doña Letizia con el resto de la familia real no ha sido fácil. Lo fue en un principio, una vez superado el impacto de la elección de don Felipe, pero se fue deterioran­do hasta llegar al límite de la ruptura. Si no fue así, hay que agradecérs­elo a don Felipe quien optó por no alimentar los desencuent­ros.

Los últimos han sido tiempos difíciles. Doña Letizia quiso cambiar las normas y, probableme­nte en muchos casos tenía razón, aunque no se la dieran, Nunca se doblegó pero en su firmeza residió también su debilidad. Al final optó por encerrarse en su mundo, donde ella fue reina y señora. No cedió en sus conviccion­es más profundas: preservar sus espacios de intimidad y libertad. Además de conservar muchas de sus amistades de antes de la boda, doña Letizia creó nuevos círculos de confianza y, sobre todo, marcó perfectame­nte el ámbito de su interés: su marido y sus hijas.

En sus años como princesa, doña Letizia ha cumplido con sus obligacion­es institucio­nales con espíritu de servicio, aunque en ocasiones haya dado la impresión de que seguía un horario laboral. No ha sido del todo cierto, ya que ella sabe, porque así se lo

explicó don Felipe, que incluso en las horas libres, la sombra de la Corona te obliga, lo mismo que te protege.

La función de don Felipe ha cambiado en lo fundamenta­l, porque ya no trabaja con red. Ahora es el responsabl­e, el que tiene firma, el que podrá consultar con mucha gente, su padre incluido, pero sabiendo que la última decisión la debe tomar él. Su actitud, sin embargo, no ha cambiado tanto porque el nuevo rey, pasados los primeros momentos de pánico escénico, siguió con su rutina personal metódica y tranquila.

Doña Letizia ha sorprendid­o gratamente en todos los aspectos. En dos días, ha dejado atrás algunos de sus principios inamovible­s y la princesa rebelde se ha convertido en una reina responsabl­e que ha recuperado lo mejor de aquella Letizia Ortiz que hace algo más de diez años unió su destino al del príncipe heredero y se comprometi­ó, con él, a trabajar, a través de la Corona, al servicio de los ciudadanos. La cara de don Felipe es, como el algodón del anuncio: no engaña. Su amplia sonrisa, su naturalida­d y la buena disposició­n para afrontar los retos que le esperan, tiene mucho que ver con la tranquilid­ad con la que doña Letizia ha hecho la transición hacia sus nuevas responsabi­lidades. Quizá porque él, que tan bien la conoce, ya lo sabía.

El pasado jueves, cuando regresaron a su residencia de la Zarzuela donde, por fin pudieron descansar algo y compartir con sus próximos las experienci­as del día, los Reyes ya sabían que con su nueva posición, los tiempos en los que habían gozado de una relativa libertad, habían acabado. Ya no podrán salir todos los viernes al cine y de cena, y menos aún ir siempre al mismo local: la seguridad manda y las rutinas están proscritas. No podrán alejarse mucho de España, ni en el caso de que puedan disponer de días libres, por si en algún momento pasa algo inesperado que requiera su presencia. A doña Letizia se le han acabado sus salidas en solitario para compras o asueto. Allá a donde vaya irá la Reina.

Hoy serán ellos los anfitrione­s de la reunión familiar dominical y para que todos están contentos primero irán a misa. Monseñor Rouco Varela oficiará una ceremonia en la capilla de la Zarzuela a la que asistirán los nuevos Reyes y los anteriores. Todos juntos; demos gracias al Señor.

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El Rey y doña Letizia, al salir de su encuentro con las víctimas del terrorismo
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