Con relleno
Ya hace días que vamos a la playa o a la piscina, pero al acabar el curso esta actividad se intensifica y me pregunto cuántas niñas tendrán un sujetador “de mayores”, a pesar de que Facua-Consumidores en Acción le pidiera, a finales de mayo, a Carrefour, la cadena de distribución, que retirase el bikini con relleno que aparecía en su catálogo de verano.
El bikini lleva foam en las copas de la prenda para dar forma al pecho y, según se señala en la publicación, es para niñas de 9 a 14 años. No sé si hay otras tiendas que ofrezcan productos similares, seguro que sí; además no es este ni el primer caso ni será el último, si no hacemos algo serio al respecto. Y hay que hacerlo porque sexuali- zar la infancia, aparte de lo que implica como valor social, tiene graves riesgos para los niños, y especialmente para las niñas.
En el Reino Unido se pusieron manos a la obra a raíz de un caso similar y están elaborando una legislación para ponerle freno. Pero aquí no existe una clara consciencia social sobre la importancia de trabajar en este campo.
Independientemente de ello, aquí y allí, me gustaría saber cuántas niñas desean un bikini de este tipo inducidas por la presión social. Y, especialmente, cuántas madres y padres de niñas encuentran que no hay nada inadecuado en esta prenda u otras parecidas y, por lo tanto, se las compran.
La sexualización de la infancia es un tema cada vez más preocupante y parece que demasiados padres sumidos en la vorágine de la moda y de la falta de reflexión se su- man a una tendencia que está cada vez más extendida, sin darse cuenta de lo que significa. La publicidad utiliza a niñas, cada vez más jóvenes, en poses provocativas, claramente sexuales para vender más y así vamos creando un imaginario colectivo en el que no hay diferencia en el plano estético entre la adultez y la niñez; y por lo tanto tampoco en quién se convierte en objeto de deseo. Incluso dejando de lado que determinados adultos –muchos, demasiados y eso que las cifras sólo destapan una pequeña parte del problema– ven y utilizan a los niños como meros objetos sexuales con o sin ayuda de la publicidad, la industria del espectáculo, o los valores sociales imperantes; hemos de centrarnos en el mensaje que enviamos a los propios menores sobre lo que son y sobre lo que la sociedad espera de ellos.