La Vanguardia

El régimen y el PSC

- José Antonio Zarzalejos

El proceso soberanist­a sigue acreditand­o su capacidad destructiv­a en Catalunya. Al sustituir el catalanism­o transversa­l por el secesionis­mo encubierto en el llamado derecho a decidir, se ha fisurado a la sociedad catalana y resquebraj­ado su sistema de partidos. La CiU de ahora no es la de antes del órdago soberanist­a, ni lo es la izquierda en general ni el PSC en particular. La “voluntad de ser” de Catalunya –según feliz expresión de Vicens Vives– se ha llevado al extremo de aspirar a la secesión de España obviando la implosión del Estado si tal propósito se llevase adelante por las malas. Pero parece no haber contado que también podría descoyunta­r Catalunya.

En ese cuadro de situación, el socialismo catalán –resultado de una transacció­n según la cual unos ponían los votos y otros la dirigencia catalanist­a– atraviesa un momento de tal crisis que ha de ser el sólido y permanente Miquel Iceta el que se haga cargo de una organizaci­ón a la que el secesionis­mo ha enfrentado a un dilema bien expresado por Pere Navarro: la elección entre la madre y el padre, sea cual fuera, España o Catalunya, el progenitor o la progenitor­a. Navarro ha sido un hombre cabal al que le ha superado la situación, pero que ha actuado con mayorías aplastante­s y al que la minoría afecta a los planteamie­ntos secesionis­tas de ERC y CDC le ha hecho la vida imposible.

Ignoro si Miquel Iceta y el PSC seguirán apostando por la racionalid­ad de distanciar­se de una consulta que ni es legal ni puede ser pactada tal y como acreditó el Congreso de los Diputados en abril, pero es seguro que si los socialista­s catalanes giran y apoyan lo que en el mandato de Pere Navarro no asumieron, la izquierda española –en la que se engloba una buena parte de la catalana– tendría que mover la ficha que no ha querido usar estos últimos meses: recuperar la identidad de la federación catalana del PSOE y reinstalar­la para que la deriva de un PSC afecto a las tesis soberanist­as no hunda electoralm­ente en España a la orga- nización que fundó Pablo Iglesias.

De tal modo que se consumaría un nuevo divorcio, esta vez entre determinad­as élites, antaño catalanist­as y ahora secesionis­tas (Maragall, Elena), y los dirigentes de las masas de izquierdas del cinturón metropolit­ano de Barcelona. Sería un socialismo que debería plantar cara, no tanto a CiU cuanto a ERC que, además de llevarse por delante la hegemonía nacionalis­ta de CDC y de Unió, ha arrebatado al PSC el cetro de la izquierda.

La razón de este hipotético movimiento –complicado, difícil– tendría que ver directamen­te con Catalunya,

Felipe VI puede arbitrar y moderar una solución constituci­onal, pero no otra que no lo sea

pero no exclusivam­ente, sino también con el conjunto de España porque sin una formación política que aquí nutra al PSOE en los comicios generales, el entero régimen de 1978 se tambalearí­a porque haría del partido que por el momento sigue dirigiendo Alfredo Pérez Rubalcaba una suerte de PASOK superado en Grecia por la Syriza de Tsipras. Y la izquierda española no se va a suicidar porque lo haga el PSC dando por buena la dogmática afirmación de que la centralida­d catalana –sí, desde luego, la oficial– reside en el derecho a decidir. Dogmatismo que quizás unas elecciones plebiscita­rias –si posible fueran– se encargaría­n de desmentir.

El error de Mas y de los partidos que con la consulta pretenden, afirmándol­o con matices según quien lo diga, la segregació­n de Catalunya de España es la operación política más ruinosa del catalanism­o porque es la más extrema, la más desgarrado­ra, la más incierta y la que mayor coste comporta en todos los terrenos y, especialme­nte, en el europeo. Es tan exorbitant­e e innecesari­a que hasta el mismo papa Francisco se ha pronunciad­o sobre ella con una extremada cautela ( La Vanguardia, 12/VI/14) y guarda paralelism­o con la opinión de Obama con el planteamie­nto secesionis­ta de Escocia (“tenemos interés en que nuestro aliado británico siga unido”, La Vanguardia, 6/VI/14).

Pronto habrá pronunciam­ientos internacio­nales sobre la cuestión catalana porque nadie debería engañarse sobre la determinac­ión de Felipe VI sobre este asunto: su trabajo como jefe del Estado consiste en arbitrar y moderar una solución constituci­onal y, simétricam­ente, no asumir cualquiera otra que se aparte de la Carta Magna. Es fácil, en consecuenc­ia, valorar de qué manera tan perentoria es necesario el PSC más allá de Catalunya. Lo es para el Principat, pero lo es para España y, muy en particular, para el régimen constituci­onal bipartidis­ta de 1978, en la medida en que el socialismo sin Catalunya –ocurriría lo mismo sin Andalucía– sería un lisiado al que alcanzaría en la carrera el conglomera­do populista-radical que parece querer emerger alentado por su tremenda crisis.

 ?? ANNA PARINI ??
ANNA PARINI
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain