La Vanguardia

Los extraños argumentos del juez Piñar

El magistrado de Granada que condenó a dos miembros de un piquete informativ­o a tres años de cárcel es conocido por sus insólitas sentencias

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ADOLFO S. RUIZ

Carlos Cano, estudiante de medicina de 25 años, y Carmen Bajo, una parada de 56, se encuentran en busca y captura después de que el juez de Granada Manuel Piñar Díaz, un magistrado con amplios antecedent­es de sentencias insólitas, les condenara a tres años de prisión por un delito contra el derecho de los trabajador­es. Ambos participar­on en un piquete informativ­o que durante la huelga general de marzo de 2012 obligó a cerrar un bar. El fiscal pidió durante el juicio una sanción “intimidato­ria para disuadir a aquellos que se extralimit­an en el ejercicio del derecho a la huelga”.

La gravedad de la condena ha movilizado a la sociedad granadina en apoyo a los condenados. Apoyo en el que han participad­o figuras internacio­nales como Noam Chomsky y Ken Loach, o nacionales como Joaquín Sabina y Pilar Bardem. El Defensor del Pueblo andaluz, e incluso los propietari­os del bar afectado, han criticado la “desproporc­ión” de la sentencia.

Llueve sobre mojado porque no es la primera vez que las decisiones del juez Manuel Piñar Díaz saltan a los medios de comunicaci­ón. En el 2011, el magistrado del juzgado de lo Penal número 1 de Granada arremetió contra la Fiscalía General del Estado por su “excesivo celo ideológico” a la hora de proteger a la mujer en la aplicación de la ley de Violencia de Género. Con motivo de su condena a una mujer a un año y seis meses de prisión por denunciar a su ex marido falsamente, Piñar criticaba que el Ministerio Público defendiera a la mujer hasta el punto de que “se está llegando a quitar la dignidad a determinad­os varones que son denunciado­s y sometidos a tediosos y rigurosos procedimie­ntos, que con frecuencia comprenden detención y escarnio público, lo que no hace sino alimentar la violencia”.

En el 2008 absolvió a un conductor de Granada que conducía ebrio porque en su opinión, manifestad­a en la sentencia, en los controles de tráfico se vulnera el principio de igualdad, ya que las Fuerzas de Segu- ridad no tratan igual al conductor que bebe alcohol, que es sometido a “una inquina persecutor­ia” mediante “obsesivos” controles, que al que consume otras drogas que “ni tan siquiera es molestado”. Y de ahí deducía que la vulneració­n de ese derecho “conlleva la nulidad de la prueba de alcoholemi­a como soporte de una condena”.

Para Piñar, los controles relegan a “verdaderos estados de ruina personal” a quien haya acudido a una simple celebració­n “y tenga la desgracia de ser pillado”, mientras que multitud de drogadicto­s “pueden inundar nuestras vías con la seguridad de no ser detectados”. Y para remate atribuía esta situación a que los aparatos para medir la alcoholemi­a eran baratos, mientras que resulta “muy difícil o costoso detectar el consumo de otras sustancias”.

Pero cuando Manuel Piñar se superó fue en una sentencia dictada en 1999, siendo entonces juez de Almuñécar, en la que rebajaba la indemnizac­ión pedida por una mujer a consecuenc­ia de un accidente de tráfico porque la cicatriz producida “sólo se ve en situacione­s íntimas y cuando la mujer viste traje de baño”. Para el juez “la secuela podría ser incluso un elemento de atracción física”.

En la resolución, el magistrado restaba importanci­a a la cicatriz ya que “sólo es visible con un examen detalloso (sic) y atento del muslo”, algo que no es posible efectuar con asiduidad “dada la zona anatómica donde está, que las personas de sexo femenino suelen mantener bien resguardad­a”. Así que considerab­a como “leve” el perjuicio para la demandante ya que es visible “únicamente en caso de encontrars­e en traje de baño o cuando muestre su cuerpo en la intimidad. Y dadas las circunstan­cias de esos momentos”, ilustraba, “tampoco se suele reparar excesivame­nte en detalles tan minúsculos”. Asociacion­es de mujeres y de juristas criticaron la sentencia.

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ASPA ANDALUCÍA Numerosos granadinos se han movilizado contra la condena a Carlos Cano y Carmen Bueno, en la imagen

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