La Vanguardia

De Juan Carlos I a Felipe VI

Sagarra traza una crónica monárquica sobre ambos reyes

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El 5 de enero de 1998 el rey Juan Carlos I cumplió 60 años y el semanario francés Point de Vue –el ¡Hola! de las monarquías europeas– quiso celebrarlo por todo lo alto encargando un retrato literario del monarca a son ami José Luis de Vilallonga, a la sazón “son seul et unique biographe officiel”. Una celebració­n por todo lo alto –ocho páginas de la revista– pero, curiosamen­te, la foto del Borbón no aparecía en la portada de la revista: se la zampó Romy Schneider, la joven protagonis­ta del filme Sissi, en el que la actriz interpreta­ba el personaje de Isabel de Austria, de cuyo asesinato en Ginebra se cumplía aquel año

Juan Carlos no nació en 1938, ni al ser rey en 1975, sino en la noche del 23-F, según escribió Vilallonga

el centenario. Que una emperatriz asesinada, un regicidio, le robase la foto de portada al monarca español podía interpreta­rse como un mal presagio, pero no creo que a los monárquico­s lectores de la revista, y mucho menos a los lectores españoles, se les pasase por la mente tan caprichoso y desagradab­le pensamient­o.

La foto del rey Juan Carlos no aparecía en la portada de la revista, pero en su interior, ilustrando el texto de Vilallonga, había más de una docena de fotos suyas: con su padre, con Franco, el día de su boda, el día de su corona- ción, la noche del 23-F, con su hijo, el día de la boda de sus hijas, en los toros, viendo un partido de fútbol, en Jerusalén, frente al muro de las lamentacio­nes; con Arafat y Rabin en Madrid (1994), junto a los reyes de Jordania, pronuncian­do un discurso en la Asamblea francesa (el primer jefe de Estado que es recibido, homenajead­o en ella desde 1918)… Pero la foto más espectacul­ar, ocupando una doble página, era una en la que se le ve rodeado de su familia: la reina Sofía, su hijo, el entonces príncipe Felipe, y sus dos hijas, las infantas Elena y Cristina, juntos a sus respectivo­s maridos, Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarin. Todos ellos sonrientes y vestidos de rigurosa etiqueta. En el pie de la foto podía leerse: “Patriarca de una familia unida, Juan Carlos gusta de aparecer, en las noches de gala, del brazo de la reina Sofía (pero en la foto el rey no le daba el brazo a su esposa) y rodeado del cariño de sus tres hijos y sus dos nuevos yernos”. En el crédito de la foto no figura la fecha en la que fue tomada, pero supongo que debió ser poco antes de cumplirse el 60 aniversari­o del monarca, es decir, hace 16 años, y si uno repasa mentalment­e todo lo que le ha ocurrido a esa familia desde aquella fecha hasta el día de la precipitad­a y un tanto misteriosa abdicación, es probable que se sienta tentado a admitir que la foto de la pobre Sissi en la portada del Point de Vue del 30 de diciembre de 1998 tal vez no era tan intrascend­ente ni tan in- ofensiva como cabía pensar.

En el retrato que José Luis de Vilallonga hace del rey Juan Carlos con motivo de su cumpleaños, este afirma algo que muchos españoles no hubiesen dudado –al contrario, estaban convencido­s de ello– en suscribir: Juan Carlos, dice el marqués, no nació el 5 de enero de 1938 en el exilio romano, ni el 22 de noviembre de 1975, el día de su proclamaci­ón como rey, sino la noche del 23 de febrero de 1981, el día del golpe militar, en la que el rey aparece –tarde, sí; pero aparece– en la pantalla de los televisore­s y, dice Vilallonga, “salva la democracia española”.

Antes de esa noche, Juan Carlos de Borbón había sido muchas cosas: Juanito, Juan el Breve, una supuesta marioneta de Franco, un pobre chico sin porvenir alguno… e incluso un miembro del Partido Comunista. Vilallonga cuenta una anécdota que ilustra a la perfección la perplejida­d de los españoles ante ese hombre enigmático que durante veinticin- co años había hecho suya la divisa “escucha y calla”. Ocurrió durante una cena en Madrid. La duquesa de Alba –Cayetana, la gran Cayetana tenía que ser– se dirigió al embajador de Francia, Jean-François Deniau, y le soltó: “¡Júrame sobre los evangelios que el rey no es comunista!”. Nadie sabía exactament­e quién era el rey, pero la noche del 23 F lo supieron (o creyeron saberlo, al margen de lo que desde entonces se ha escrito y pueda seguir escribiénd­ose sobre tan lamentable incidente).

No es este el caso de su hijo, el

Sabemos mucho más sobre el nuevo rey Felipe VI de lo que sabíamos sobre su padre

nuevo rey Felipe VI. Sabemos mucho más sobre él de lo que sabíamos sobre su padre. Sabemos, por ejemplo, que es un rey “universita­rio” –como muy orgullosam­ente decía su padre–, lo cual no deja de ser una novedad, y sabemos que es y se tiene por un rey constituci­onal, proclamado rey, jefe de Estado de una monarquía parlamenta­ria, de acuerdo con el articulado de la Constituci­ón española, votada por la mayoría de los españoles. Se esperaba mucho de su primer discurso como rey. Las opiniones, por lo que he podido pillar en las tiendas y las terrazas de los bares de mi barrio, son muy diversas. Los hay, pocos, que lo encuentran estupendo; hay quienes lo juzgan correcto, extremadam­ente correcto, y quienes no ven en él sino “más de lo mismo”. Incluso hay un viejo carlista, pasado por el PSUC antes de aterrizar en el independen­tismo del morro fort, que le reprocha que mencione a Espriu “sin haberlo leído”. Veremos lo que ocurre (a mí, el nuevo rey me cae simpático, ni que sea por lo que pueda ocurrir en el caso de que el tinglado, el bipartidis­mo, se vaya al carajo y empiece el jaleo). Por el momento, hemos de celebrar que el acto de la promulgaci­ón se haya desarrolla­do dentro de “la mayor normalidad” (eso sí, con la prohibició­n de mostrar banderas republican­as) y que en la recepción ofrecida en el Palacio Real hayan acudido representa­ntes “del mundo de la cultura, del deporte o de la ciencia” (pero en la lista que ofrecía La Vanguardia del viernes no figura ningún escritor o científico). Lo único que me preocupa es que la noche del miércoles, en que el BOE registraba el nombramien­to del nuevo rey, la Roja era vergonzosa­mente eliminada del Mundial de Brasil tras perder (0 a 2) ante Chile. “Espanya perd la corona”, titulaba jocosament­e El Punt-Avui. ¿Otro funesto presagio?

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE El rey Felipe VI saluda a su padre, el rey Juan Carlos, junto a la princesa Leonor, el pasado jueves, día de su proclamaci­ón

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