La Vanguardia

Al principio fue la diferencia

- J.-I. Saranyana JOSEP-IGNASI SARANYANA, teólogo

Víctimas, durante décadas, de abusos de todo tipo y de injusta violencia, homosexual­es, lesbianas y bisexuales pretenden ahora responder con una estrategia de poder. Y así, para evitar la indebida supremacía de una mayoría sobre una minoría, intentan cancelar diferencia­s, considerán­dolas como simple efecto de un condiciona­miento histórico-cultural.

Según una táctica que se repite también en otras latitudes, buscan tomar el poder por la vía parlamenta­ria, y quieren forzar obligar a todos (funcionari­os, maestros, padres, jóvenes y niños) a una reeducació­n, que recuerda la revolución cultural china impuesta por los maoístas lustros atrás; una agresión aho- ra no sangrienta, ciertament­e, pero coacción al fin, pues se basa en el miedo. Políticos, periodista­s e intelectua­les son amenazados con una sutil e insidiosa presión; y acoquinado­s por el temor a perder fama, posibilida­des laborales o votos, se retiran a sus cuarteles, dejando hacer. Son muy pocas las voces que se levantan, alertando de la que nos viene encima.

La táctica del miedo funciona siempre: lo hemos visto en Can Vies, con el pollo que han armado unos pocos, y lo vemos también en la sigilosa tramitació­n y la casi noc- turnidad que se ha impuesto el Parlament en el asunto de la ley para los GLBTI. “Trias, tenemos un problema”, decía La Vanguardia hace unos días; y ahora, imitando la estupenda carta de Màrius Carol, podríamos decir, con los astronauta­s del Apolo XIII: “Houston (es decir, pueblo de Catalunya), we have a problem!” Y no queremos navegar para siempre en el espacio sideral.

¿Cuál es el punto de partida para la solución? Al principio fue la diferencia (hombre y mujer) y esto no hay quien lo mueva. La antropolo-

Podríamos decir con los astronauta­s del Apolo XIII: “Houston, we have a problem!”

gía lo asevera y el que esté a disgusto en este mundo, que se enfade con Moisés y sus hagiógrafo­s o con quien sea, porque la diferencia nos sale al encuentro cada día y a cada paso. Y aunque haya minorías respetabil­ísimas que se comporten de otra forma, no es de recibo que los menos avasallen a los más, impidiendo a estos que ni siquiera puedan pensar distinto o vivir de otra forma.

¿O acaso estaremos ya en ese mundo profetizad­o por Aldous Huxley, en el que unos pocos extorsiona­ban a los más, disponiend­o de la vida de la mayoría e imponiéndo­les una forma determinad­a de vivir?

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