El arte prostituido
Tala
Autor: Thomas Bernhard Adaptación y dirección: K. Lupa Lugar y fecha: La Central. Salt (31/X/2014). Temporada Alta Tala es una obra tan vasta y rica de posibilidades que otra adaptación podía presentarnos un Bernhard flamígero, como un ángel exterminador, que hubiera querido reducir el Burgtheater, el coliseo oficial y más importante de Viena, en una montañita de cenizas. Y bien, alguna cosa así pasaba en el Tala que Juan Navarro y Gonzalo Cunill mostraron en el 2013 a la sala Beckett y donde el autor-protagonista era un hombre permanentemente sulfurado.
Lupa no va de eso, claro está. Lupa ha ido al fondo de la novela y Thomas Bernhard es, como quiso, un invitado más a la “cena ar- tística” de los Auersberger, una familia burguesa amiga del escritor. Este, sin embargo, expresa su indignación ante el arte prostituido del país, pero hará que sea una joven escritora la que agreda a un primer actor del principal teatro vienés, envanecido por el triunfo que acaba de obtener con El pato salvaje de Ibsen.
Como había hecho a menudo, Bernhard encarga a un tercer personaje, como dicha escritora, los garrotazos críticos que quiere dirigir a los artistas vendidos al sistema, pintores, poetas, actores entregados a unos pesebres despreciables. Nueve son, además del novelista y dramaturgo, los invitados a la casa que pertenecen al mundo de la cultura, una muestra lo bastante generosa para plantear un cruce sugestivo de controversias entre varias generaciones, jóvenes bohemios con una rebeldía más aparente que auténtica, y adultos desencantados. La reunión se ve seriamente afectada por el suicidio reciente de Joana, una artista honesta e independiente, y que ha sido enterrada el mismo día que tiene lugar la cena. A través de imágenes retrospectivas con el personaje y de un diálogo inquietante de Bernhard con la suicida, Tala al- canza una dimensión reflexiva muy importante.
La verdad es que Krystian Lupa ha hecho una obra dramática fascinante. Para empezar presenta los reunidos con una inmovilidad permanente, como figuras profundamente abatidas por el propio mundo decrépito donde conviven. Es un colectivo contemplado por el autor desde un margen exterior de la escena y de lo que Lupa subraya algunas personalidades mediante unas filmaciones de enorme expresividad. En todo, incluida la dirección de intérpretes, el polaco, una vez más, magistral.