Juncker admite “exceso fiscal” en Luxemburgo
Anuncia un plan contra la opacidad
Casi una semana después de que una investigación periodística revelara la escala de los ventajosos acuerdos fiscales firmados por Luxemburgo con 340 empresas, Jean-Claude Juncker –su primer ministro durante casi veinte años y hoy presidente de la Comisión Europea– decidió ayer romper su silencio. Compareció de improviso ante la prensa y, horas después, ante el Parlamento Europeo. Le esperaban en ese foro duras preguntas y agrios reproches sobre su papel en aquellos tratos, su responsabilidad política y su credibilidad para presidir la Comisión Europea, pero Juncker salió vivo del envite.
A nadie le interesa una crisis institucional y la Eurocámara no dará pasos para tratar de tumbarlo. Las críticas a los manejos fiscales en Luxemburgo “ya estaban en la prensa hace meses y yo le voté como presidente de la Comisión porque confío en que es la persona adecuada para resolver los problemas de Europa y lo sigo
El exjefe de Gobierno de Luxemburgo reconoce ser “responsable político” de los pactos, pero no su arquitecto
pensando”, defendió Manfred Weber, líder del PPE en la Eurocámara. “Debilitar a la Comisión o a su presidente sería un regalo para los euroescépticos”, adujo Gianni Pittella, líder del grupo socialista, que no ha atendido los llamamientos de la izquierda para cuestionar al luxemburgués.
Juncker admitió ser “el responsable político” de aquellos acuerdos como exjefe de Gobierno de Luxemburgo, pero “no el arquitecto” de un “modelo luxemburgués” que, a su juicio, no existe. El problema es europeo, no luxemburgués. Y la culpa, vino a decir, no es suya, sino de la falta de transparencia y armonización fiscal en Europa.
Como muestra de su compromiso político para luchar contra la evasión fiscal –algo que prometió hacer durante la campaña electoral– anunció que presentará una directiva para el intercambio automático de los acuerdos fiscales que los gobiernos firman en Europa con empresas (este instrumento, los llamados tax rulings existen en 22 de los 28 países de la UE) y impulsará la armo- nización de la base del impuesto de sociedades en Europa.
Juncker subrayó en varias ocasiones que las prácticas fiscales de su país estaban amparadas por la ley nacional e internacional, aunque es posible que llevaran a situaciones que no se ajustan “a las normas éticas y morales admitidas generalmente”. “No tengo conocimiento de ninguna práctica ilegal en Luxemburgo”, recalcó. La clave está en si esos acuerdos fiscales eran o no competencia desleal. “Quizás sí hubo –admitió– un exceso de ingeniería fiscal en Luxemburgo,
El político del PPE “lamentaría” esos acuerdos si al final las empresas no pagaron impuestos
como en otros países”. Cabe recordar que técnicamente el Gran Ducado no es un paraíso fiscal aunque tiene rasgos sorprendentes: alberga 550.000 habitantes y 50.000 holdings, y debe un tercio de su riqueza al sector financiero.
Juncker se mostró combativo e incluso desafiante tanto ante la prensa como ante los eurodiputados. ¿Con su pasado, ¿es usted la persona adecuada para presidir la Comisión?, le preguntó un periodista. “Soy tan adecuado como usted”, le replicó este. También tuvo dardos envenenados para los parlamentarios: “No me describan como el mejor amigo del gran capital, el gran capital tiene mejores aliados en esta casa”.
¿Se arrepiente Juncker de que Luxemburgo haya firmado ese tipo de acuerdos? “Si, debido a la interacción entre legislaciones nacionales diferentes, condujeron a una situación de ausencia de tributación..., entonces sí lo lamentaría”, respondió. Es lo que sugieren las investigaciones abiertas por la Comisión sobre los pactos de Luxemburgo con Amazon y Fiat, y las revelaciones de Luxleaks. Esos acuerdos fiscales permiten a las empresas fijar de antemano los impuestos que pagarán en el país de forma muy ventajosa para las empresas, que derivan hasta su filial luxemburguesa sus beneficios en otras partes de la UE, de modo que en otros países puede parecer que incluso tienen pérdidas y por tanto pocos impuestos que pagar.