La política trae más cola que el cometa
CUANDO la sonda Philae inició su descenso sobre la superficie del cometa 67P –un hito sin precedentes en la historia de la exploración espacial–, en la Tierra, a 510 millones de kilómetros de distancia, Rajoy rechazaba en la Moncloa el diálogo con Mas si era para un referéndum y Mas acusaba a Rajoy en el Parlament de ampararse en los tribunales para no tener que hacer política. Contrastaba el impresionante silencio del cometa con el ruido del planeta. Poco se parecía la negritud de 67P –porque apenas refleja un 4% de la radiación solar que recibe– a la visibilidad de los palacios del poder.
Por una vez, la noticia más vista en los diarios digitales no iba a ser sobre política, sino acerca del aterrizaje del módulo, una operación de alto riesgo tras un descenso de siete horas. La sonda iba acoplada a la nave Rosetta, que partió de la Tierra hace diez años. Si el módulo hubiera caído sobre una roca grande o en una pen- diente, toda la operación se podía haber ido al traste. Hacía falta tener suerte después de este complejísimo periplo, el primero en la historia de los viajes espaciales en que una nave ha ido al encuentro de un cometa, lo ha acompañado hacia el Sol y se ha posado en él. Y aunque hubo complicaciones con los pequeños propulsores del Philae que debían ayudar en el momento de contacto en el suelo, la sonda pudo asentarse a las 17.03 h. En aquellos momentos, las declaraciones de Rajoy y Mas todavía acaparaban las portadas de los diarios digitales en España. Pero en cuanto se tuvo la certeza del éxito de la operación en el espacio y empezaron a llegar las primeras imágenes del cometa, el Philae robó protagonismo a los políticos. Por cierto, la cola de los cometas que vemos de noche no se aprecia en las fotografías. Será que en la Tierra casi todo trae cola.